Los recortes de los gobiernos (central y autonómico) del PP están produciendo un efecto imprevisto en la comunidad educativa: derivar las tensiones hacia los propios afectados. Todo el mundo se solidariza con el profesorado, participa en las movilizaciones y se queja en los patios de los colegios por los perjuicios ajenos. Pero cuando las consecuencias de esos recortes tocan a sus familias, el natural sentimiento de protección se extralimita hasta llevar a muchos padres y madres a la insolidaridad, probablemente inconsciente.

Ante los pronunciamientos de distintos claustros de profesorado del País Valenciano en contra de los recortes, y la consiguiente propuesta de suprimir actividades extraescolares y curriculares, la respuesta de algunas AMPAS (Asociaciones de Madres y Padres) ha sido: apoyar las demandas de los claustros comprendiendo "las reclamaciones legítimas" del profesorado (É"parole"), al tiempo que solicitan que se reconsidere la decisión de suprimir actividades extraescolares y modificar otras curriculares en la medida que afecta al alumnado. Se duda de la "conveniencia y justicia" de estas medidas al perjudicar a nuestros hijos/as y se denuncian sus "daños colaterales". Además se señala que se "están minando las señas de identidad de la escuela pública": propiciar que "la calle entre al colegio" o evitar que la escuela cree "un modelo irreal".

Puedo comprender cuál es el proceso que ha llevado a algunas AMPAS a adoptar esta posición, pero no la comparto en absoluto, y conmigo muchos padres y madres. Serprofesor/a es un trabajo comprometido, especial, delicado, vocacional É pero un trabajo, por lo que el profesorado es un colectivo de trabajadores/as. Cuando ese colectivo reclama legítimamente una serie de derechos propios (y también generales) decidiendo presionar con medidas que, en cualquier caso, no afectan al núcleo central de su labor profesional, creo que los padres y madres debemos solidarizarnos. Muchas veces hemos exaltado su elevado nivel de profesionalidad y compromiso, pero cuando llega "la jefa" (la Conselleria), les aplica recortes, nos quita a todos derechos, y se responde generando medidas que "colateralmente" afectan a nuestras familias, entonces aparece nuestra cara más insolidaria.

Por otra parte, algunas AMPAS reclaman que la escuela pública propicie que "la calle entre al colegio" o que evite que la escuela cree "un modelo irreal", y estoy de acuerdo. Pero, ¿hay algo más "irreal" que fingir que no pasa nada, que no hay recortes de sueldos, que no hace frío en algunos centros públicos por impago de la Conselleria, que no hay recorte de plantillas, etcÉ? ¿Hay una forma más radical de evitar que la "calle entre en el colegio" que crear una "Vida es bella" de carnavales y fiestas de muros hacia adentro, mientras los que lo organizan reciben la insolidaria respuesta de las AMPAS? Las familias no deben ser meras usuarias de servicios docentes, sino que se deben implicar en la labor educativa, coordinándose con el profesorado. Reclamarles la reconsideración de estas medidas de presión rompe la confianza depositada en ellos.

No pasa nada si, dentro de lo razonable, los propios niños/as perciben la situación que hay en sus colegios, "en la calle", en el "mundo real". Para muchos desgraciadamente en sus propias casas. Crear una "Vida es bella" sólo tiene sentido para proteger a los niños/as de verdaderas situaciones de sufrimiento, como en la película de Benigni, o como el padre que mentía a su hijo en el hundimiento del Costa Concordia para tranquilizarlo. Pero que no haya provisionalmente carnavales o determinadas actividades curriculares en el colegio no deja de ser un mal menor, que no afectará a su formación integral y que, incluso, les puede ayudar a ser conscientes de la sociedad en la que vivimos, una función fundamental de la escuela pública. Para crearles burbujas de aislamiento social, donde no existen los problemas ni las frustraciones conozco otras opciones educativas, que deseché en su momento.

Finalmente quisiera recordar que el profesorado está trasladándonos parte de un problema que no es sólo de ellos, sino del conjunto de la comunidad educativa, de toda la sociedad. No sólo se trata de su bajada de sueldos (injusta, arbitraria y punitiva cuando ellos, como tantos otros, no han provocado la quiebra económica valenciana) sino de mucho más: reducción de plantillas y profesorado de apoyo; despido de profesorado interino y especialista; asfixia económica de los centros; reducción de sus niveles de calidad, etc. Si los padres y madres creemos que devolviendo la pelota a los claustros vamos a mejorar la calidad docente estamos equivocándonos.

No deben ser sólo los claustros y el profesorado quienes "luchen por la educación" o quienes se "comprometan con ellos y por ellos", esa es una labor también de padres y madres. Exhorto, pues, a la comunidad educativa (AMPAS incluidas) a apoyar las medidas de presión contra los culpables de esta situación: la Conselleria d'Educació y el Consell. Si no fueran oídas estas palabras, quisiera al menos dejar constancia de que somos muchos los padres y madres que no nos sentimos representados por esos comunicados, y que apoyamos las medidas del profesorado.