Cada día estamos más pijos. ¿Pues no van y amenazan en Málaga con multar con 300 euros a los comerciantes de los mercados que voceen sus productos? Esto es viejo. En un montón de ayutamientos existe una ordenanza prohibiendo a los placeros gritar aquello del É"Nena, a 7 el boquerón, que lo tengo saltando... Más vivo que mi marido que anda algo mustio".

Dicen que da mala imagen. Hay que ver. Menos mal que en la mayor parte de ciudades se saltan la ordenanza esta a la torera aunque con lo finos que nos estamos haciendo, es posible que se extienda el ejemplo de Málaga y el pescatero y el carnicero acaben hablándonos de usted y poniendo música de violines en los mercados. Yo, en los mercadillos, aún lo entiendo.

Cuando mi hermana vivía junto al de mi pueblo, los martes y los sábados era un sinvivir con los vendedores ambulantes voceando lo de "las bragas a un euro", aunque bien es verdad que dado el follón que armaban para montar los puestos y descargar a las 7 de la mañana, cuando llegaban los gritos de los vendedores, mi hermana y su familia andaban ya en el segundo desayuno. Pero ¿en los mercados? ¿A quién le molesta esto? Uno de los recuerdos más vivos que tengo de cría es ir con mi madre a comprar al mercado los sábados por la mañana. Era todo un mundo de olores y colores, pero también de sonidos.

Me encantaban las familiaridades de los vendedores con los clientes, mujeres la mayoría por entonces; el desparpajo de la pescatera donde compraba mi madre las sardinas del domingo y la retranca del vendedor de olivas. Sus gritos se mezclaban con los del vendedor de los ciegos voceando "les mamelles, la figa, el clavel, que todos tocan..." Luego íbamos a tomar una tostada a la cafetería de "la plaza" como mi madre llamaba al mercado central, y yo disfrutaba con el bullicio y la animación mientras echaba mano a la bolsa de las garrapiñadas recién compradas y mi madre sacaba cuentas a ver si le habían dado bien el cambio. Años después renovaron el mercado, lo modernizaron y se volvió más limpio y aséptico. Mucho mejor, claro, aunque perdió parte de ese sabor de antaño. Los colores se veían más limpios, y los olores menos intensos gracias a modernas cámaras frigoríficas, pero lo que no cambió fueron los sonidos, con los placeros voceando la mercancía y llamando a las mujeres si pasaban de largo frente al puesto.

Últimamente me da la sensación de que, leyes aparte, todo es más ordenado y mucho más aburrido, y hasta quienes pregonan la calidad de su mercancía y las ofertas del día, lo hacen más bajito. Estamos más educados y somos más modernos pero yo echo de menos aquello. Para algo que tenía de bueno la España de entonces...