El presidente de Ryanair advirtió ayer en Alicante que su compañía está dispuesta a recuperar los vuelos entre El Altet y El Prat cancelados por la desaparición de Spanair. A pesar de la relación de amor/odio que mantiene con la plaza, lo cierto es que cada vez son más frecuentes las estancias de O´Leary y, como nos descuidemos, se nos empadrona. De cualquier modo aprovechó para decirle a los trabajadores de la compañía catalana que echen el currículum, sin olvidarse de volver a amenazar con que, si Aena persiste en la imposición de las pasarelas, la reducción la próxima temporada alta afectará por aquí a 300 vuelos semanales. Pues nada, cuando venga se dedicará a hacer ganchillo. A no ser -ha dejado claro- que el juez le dé la razón la próxima semana en el contencioso que se trae. Este personaje, en cuanto su señoría lo desaire, seguro que se pone a exigir que en sus causas quien intervenga sea el jurado popular. Aunque para tales cuestiones no esté prevista la figura, más que arredrarle, eso le pone. Y con el jurado no nos engañemos. Si sobre el otro ha concluido que se pagó los trajes, a O´Leary nos tocaría mínimo condecorarlo. Y, cuanto más nos escupa, más reconocimiento a su ingente labor. Pero, tras él, vienen los demás. El vicepresidente de este dechado de virtudes que es Ryanair -vamos a empezar a resguardarnos por si nos empitonan- ha aprovechado igualmente el trance para recordar lo imbéciles que somos: "La estrategia de los políticos españoles ha sido estúpida ayudando a Spanair. Porque lo que nos dan a nosotros no son ayudas, son convenios". Un comportamiento que, naturalmente, se transfiere a buena parte de los trabajadores. Desde las/los capataces utilizados en el embarque hasta los que gestionan cualquier tipo de reclamación, por insignificante que ésta sea. Como decía un internauta al enterarse de los nuevos escarceos del susodicho, "mandarlo a Irlanda". Pero hay un problem. Que allí lo conocen como si lo hubieran parido.