Se ha visto en la multitudinaria manifestación contra los recortes de educación que algo se ha roto. Se han superado barreras invisibles que durante años han mantenido aislados entre sí a los muchísimos actores del hecho educativo. Parecía el sábado que todos comparten un fin y que, por muy distintos que sean los intereses que les separan, están condenados a sumar fuerzas y a entenderse.

Una vez que los recortes en educación y la falta de financiación ha hecho estallar el prisma que distorsionaba la imagen que cada cual recibía de la realidad educativa valenciana, aparece ante todos, sin excepción, una imagen nítida y única: los recortes que ahora se dictan para educación, primero, alcanzan y afectan a toda la sociedad, y segundo, son inasumibles y contrarios a todas las recomendaciones de expertos, si es que queremos seguir teniendo futuro, todos y no unos pocos.

A diferencia de todas las manifestaciones anteriores convocadas por la Plataforma, y ha habido muchas y multitudinarias, la del sábado 21 de enero ha marcado un antes y un después. En ella han coincidido todos los claustros de todos los centros, las AMPAs, los alumnos, representaciones municipales, entidades sociales y la ciudadanía en general, todos preocupados por la evidente quiebra educativa, y todos atentos a la llamada hecha por todos los sindicatos de enseñanza, las distintas plataformas comarcales, las dos FAPAs provinciales e infinidad de movimientos sociales. Ha sido, antes que nada, toda una lección de unidad. Una vez roto el prisma que todo lo distorsionaba, se ha visto un reflejo nuevo que antes se escondía con intereses espúreos, de que no tiranos. Se trata de la asistencia a la manifestación, en espíritu pero también corpóreamente, de titulares y trabajadores de los otros centros educativos sostenidos con fondos públicos que, ahora con nitidez, han visto cómo les alcanza de lleno los mismos problemas de falta de financiación por el que ya pasaban los centros públicos y que, a fin de cuentas, como trabajadores, docentes o no, y como prestadores de un servicio público que son, cualquier recorte laboral que sea decretado por el Consell les calará como el agua en sus condiciones retributivas y laborales. Una barrera ficticia ha caído cuando el prisma ha estallado: si nunca fueron inmunes y nunca estuvieron a salvo, ahora han visto en sus centros los mismos problemas que el profesorado y los centros públicos llevan años denunciando. Bienvenidos.

La tercera cara de ese prisma ahora roto es, a mi juicio, la más importante. Todavía no se ha aclarado totalmente la imagen, pero el espejo, ahora limpio y sin prismas que lo distorsionen, devuelve a la sociedad una imagen clara de los efectos de una pésima gestión política y económica sobre la ciudadanía y en la prestación de servicios esenciales.

Está siendo demoledor el hecho de conocer que la falta de fondos, esos que alegremente se repartían las cúpulas de Cajas y Bancos ahora quebrados y los que se destinaban a grandes eventos que han resultado ruinosos, son los que ahora faltan para pagar el gasto farmacéutico, los colegios públicos o privados, las universidades, los libros, las becas, los comedores, etcétera, etcétera.

A ello ha ayudado, como siempre suele ocurrir, un hecho clarificador al que nunca estaremos suficientemente agradecidos: la decisión de una empresa eléctrica de cortar la luz a un instituto de Alicante.

Si alguna vez una imagen valió más que mil palabras, esa ha sido una de ellas. Tan pronto como el IES Jorge Juan quedó sin luz, parece que se iluminó la mente de todas las personas que, si parecían inmunizadas a la persistente denuncia de problemas en la educación y de locuras del conseller Font de Mora, al raca-raca de la falta de fondos para pagar a proveedores, de problemas para asumir la dependencia, de dificultades para vender los bonos patrióticos, etcétera, etcétera, han tomado conciencia de la gravedad de la situación económico-educativa valenciana y, lo más importante, han tomado parte en su defensa en una manifestación que clama por que los recortes no afecten a la educación.

Había niños con camisetas ilustrativas "soy una inversión, no un gasto". Me parece el mejor resumen de lo ocurrido en una manifestación en la que la sociedad, ese ente colectivo con prismas de mil caras, en el que se insertan miles de personas que desean lo mejor para sus hijos, jamás podrá permitir que decisiones políticas equivocadas hipotequen su futuro, que es el de todos.