Los terrenos del campo se califican en lo planes de urbanismo como "suelo no urbanizable". Antiguamente a tales suelos se les denominaba "suelo rústico"; ciertamente con un nombre muy español y descriptivo. Sin embargo, allá por los años setenta, algún tecnócrata del Ministerio -entonces no había políticos- tuvo la ocurrencia de cambiarlo por el antedicho "suelo no urbanizable". Tal vez trató de dejar claro la imposibilidad de desarrollar Planes Parciales en suelo agrario, tal y como se venía haciendo. Mas en la última década del pasado siglo, y ya siendo un político el que estaba al tanto, decidió que el suelo no urbanizable podía urbanizarse, siempre que no contase con alguna protección. Así se hizo, mediante decreto y sin modificar las Leyes del Suelo. Tal medida fue como un torpedo bajo la línea de flotación del pensamiento urbanístico hasta entonces mantenido. Y, es más, la definición creaba un auténtico contrasentido gramatical. No se puede urbanizar lo "no urbanizable", como no se puede perder un imperdible. ¡Cuántas veces la política y el surrealismo mantienen extraños lazos! Mas lo triste fue que la nueva disposición comenzó a aplicarse. Y reaparecieron los viejos planes parciales en suelo rústico transfigurados.

Vayamos a las consecuencias. Tengo que decir que la urbanización del suelo no urbanizable ha supuesto una de las mayores catástrofes en el panorama del urbanismo desarrollado en los últimos años. Era una propuesta para abaratar terrenos en una situación de fuerte demanda, y solo sirvió para enriquecer a propietarios de suelo y promotores sin conseguir abaratar nada. Afortunadamente, la nueva Ley de Ordenación del Territorio exigió tal desmesura a esas urbanizaciones que han quedado en el olvido.

Pero quiero reflexionar ahora sobre la contribución que tuvo esta técnica de urbanizar el campo para llegar al desastre económico en el que nos encontramos. Creo que la liberalización del suelo fue un error para el urbanismo, pero esto es un tema de estado mayor. Me interesa más observar los efectos sobre los préstamos bancarios, lo cual nos lleva a la gestión de estos suelos. Bancos y cajas de ahorro prestaron dinero para la adquisición precisamente de suelos no urbanizables.

Leo en un diario económico que el Banco de Sabadell, tras su adquisición de la caja alicantina, estaba aprovisionando fondos para restablecer su balance. En algunos casos -observo asombrado- que alcanza la provisión en libros el 97% sobre suelos pendientes de transformación solo en lo que concierne a los alrededores de Alicante. Quiere decir que al valorarlos de nuevo lo han hecho por un 3% de la valoración inicial, aquella que les llevó a prestar dinero para su adquisición. Luego en la sección de riesgos de la caja no existía persona muy puesta para valorar préstamos, tocante a suelos no urbanizables. Y es que pesa como una losa la adquisición de terrenos que (como mucho) se pueden estimar por su valor agrícola; cuando lo cierto es que se han adquirido pensando en el precio de un suelo transformable en solares.

En contra de lo que últimamente nos dicen los economistas sobre la deuda pública como causante de todos los males, mi opinión es que la deuda privada, de familias y de empresas, y más aún dentro de ella la de origen hipotecario, fue la causa que logró paralizar la economía de nuestro país. Bancos y cajas de ahorro españoles fueron los que se endeudaron para prestar dinero y financiar el boom inmobiliario. Repito: urbanizar lo no urbanizable fue un gran error.

De este afán lucrativo nos encontramos con un sector inmobiliario fuertemente endeudado con una banca que, a su vez, se lo adeuda a sus homólogos europeos. Y lo peor del panorama: todavía no están claras las posibilidades de devolución. Más aún: la deuda inmobiliaria se ha convertido así en la causa de la restricción de liquidez a otros sectores productivos, obligando al sector bancario a devolver unos préstamos más que dudosos. También el sector de la construcción es origen de la existencia de entre dos y tres millones de parados; pudiéramos decir la casi totalidad del paro.

Así que aprendamos esta lección. Cuando se liberalice un sector productivo, hagamos previsiones sobre el manejo, a veces irracional que hacen los mercados de una situación desregulada. ¡Liberar el suelo rústico fue una temeridad que ahora pagamos!