En la primera rueda de Prensa ofrecida por la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, pronunció unas palabras que, aunque constan como fiel reflejo de la idea optimizante de nuestra Carta Magna, no se prodiga su uso en la máxima amplitud que le corresponde. Me refiero a su intervención cuando especificó que la representación política viene determinada por el voto de los ciudadanos. Los partidos políticos no son los verdaderos protagonistas de la representación parlamentaria, sino lo que se debe respetar y es la verdadera representación es el voto del ciudadano, el partido político es simplemente el cauce de un proceso pero no el fin del mismo, el fin del mismo es la voluntad popular.

Diariamente somos testigos de la falta de sensibilidad política en la aceptación de estas razones, la estabilidad política, económica y social debe primar por encima de los intereses de cualquier partido, es la identidad del esfuerzo común lo que debe primar, la identidad individual de cada partido político ya la tenemos totalmente encuadrada y somos conscientes de sus idearios, pero no es el momento de primar ideas, sino de conjuntar inercias que esclarezcan, limpien y procuren una andadura recta y firme que disipe las sombras económicas que actualmente oscurecen nuestro futuro.

El pueblo español siempre ha dado muestras de cooperación y sacrificio, pero basado en unos principios lógicos, la confianza en nuestra representación política, en ser testigos de un desarrollo respetuoso y edificante en nuestras Cámaras, que las medidas gubernamentales a tomar nos impregnen de ideas edificantes. El éxito de los proyectos y decisiones no solo es aplicable al buen hacer de quien gobierna sino también debe aplicarse en su parte proporcional al bien hacer de quien ostenta la oposición.

Las declaraciones del nuevo Gobierno, en pos de una colaboración con todos los demás representantes de los grupos parlamentarios ojalá sea admitida plenamente, con los lógicos pros y contras, caso de conseguirse será un verdadero campo de unidad positiva, con la apreciación lógica de que la crítica y oposición constructiva es base de un éxito de futuro.

Esta luz de deseo, irradiada desde las alturas de la gobernabilidad, es la que debe alumbrar a todas las demás instituciones nacionales, desde autonomías hasta el más humilde de los ayuntamientos, sobre todo y particularmente a las corporaciones municipales, embrión de las voluntades primarias del ciudadano, la ecuanimidad en sus debates, su visión en el futuro, el respeto a las diferentes posiciones, la trasparencia, la sensatez, debe ser un ir desde esta unidad de base hasta las jerarquías superiores. Su trabajo siempre debe estar supeditado a las decisiones de la soberanía del pueblo, y el pueblo es quien decide. Los idearios están supeditados al deseo popular.

Al final, siempre se llega al mismo desenlace, aunque la percepción le llega tarde a nuestros representantes políticos que no se prodigan en el uso ético, el tiempo y la experiencia del pueblo deciden la rectitud del camino trazado.