En cinco meses, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Orihuela ha tenido tiempo de darse cuenta de cómo se las gastan en política si uno no es de la cuerda. El pasado viernes un cabreado Monserrate Guillén (Los Verdes) se refugiaba en el Ayuntamiento para dar una rueda de Prensa "con carácter de urgencia" y despacharse con una realidad de la que debería haberse dado cuenta mucho antes: Orihuela ya no existe. Ese día, al regidor le cerraron en sus narices las puertas en el acto de constitución del consejo de salud del área que, curiosamente, hasta que él llegó presidía la ciudad con Mónica Lorente y del que ya no es ni miembro, pese a que el Hospital está en la pedanía de San Bartolomé.

Un desaire que se suma a los sufridos en Convega, donde la ciudad regala el alquiler de las instalaciones desde sus orígenes y no le dejan formar parte ni del órgano ejecutivo: y ahora se es un mero vocal entre 27; o en Fitur 2012, donde se ha pasado de organizar uno de los actos centrales del pabellón Costa Blanca a tener un stand de 6 raquíticos metros cuadrados en beneficio de Torrevieja que acaba de reapuntarse a Madrid y eso que va por el segundo año consecutivo de asistencia; y qué les digo del Consorcio del Plan Zonal, cuando aquí los ciudadanos se comen a día de hoy literalmente más de 200 toneladas de basuras que cruzan las carreteras oriolanas. Pero ahí tampoco pintamos nada, y aún menos cuando el edil designado, Pablo Vidal, encima dice que él va a trabajar sin cobrar, ¡vamos anda!, ¡esto es política y se cobra!

El alcalde tuvo un detalle ese día en su rueda de Prensa que no debe desdeñarse: si a alguien tiene que agradecerle algo de estos seis meses sobre relaciones institucionales es a los dos diputados autonómicos del Partido Popular de Orihuela porque las puertas que en Valencia les han abierto han sido, en gran medida, gracias a ellos. Él hablaba de Eva Ortiz y Andrés Ballester.

Y, digo, ¿no es grave pensar que Orihuela necesite padrinos para que las administraciones les concendan una entrevista?, ¿es que los impuestos de los oriolanos no sirven para pagar cargos en Diputación y en consellerias, para que se aprueben inversiones en pro de la ciudad y para que a sus representantes les atiendan?, ¿no será que el modelo de tripartito que bien funciona en esta ciudad (sí, funciona) no interesa a nadie? ¿No será más bien que dar por bueno una Alcaldía tricolor sería tanto como hacer evidente que una suma de esfuerzos siempre será mejor que la dictadura del poder a la que nos tienen acostumbrados los grandes partidos (o mandas tú o mando yo)?

Ya les adelanto que el Ayuntamiento de Orihuela puede suprimir esa Concejalía de Planificación, Proyectos y Relaciones Institucionales porque no va a servir prácticamente para nada. Al tiempo. Si en esta difícil época que corre hay un euro para algo será para cualquier otro municipio, no para Orihuela. Dentro de algunos meses, los mismos que aún abren sus puertas en direcciones generales o consellerias a los actuales gestores oriolanos dejarán de hacerlo porque ya no sabrán qué excusas contarles. No nos engañemos, Orihuela ya no existe y, lo que es peor, a nadie le importa.

Esta realidad no debe ocultar otra mucho más grave. La comarca de la Vega Baja carece de peso en cualquier análisis que se realice en esta provincia y ni que decirle en esta Comunitat. Y no tenemos líderes ni a nadie que nos defienda. ¿Van a ser los dos diputados socialistas, Raúl Valerio y Ana Belén Juárez?, ¿va a ser los populares, Mónica Lorente, Joaquín Albaladejo y Adrián Ballester?, ¿Alguno de ellos va a reivindicar en la Diputación lo que ellos mismos nos han quitado?¿cuándo?

Y digo que no va a ser ninguno de ellos porque, si tiran para algún lado, será para sus municipios o, si lo prefieren, para sus siglas en cualquier otro pueblo de la Vega, pero no para Orihuela. Lorente es el claro ejemplo de ello porque le han dado un área en Diputación para que no pueda ni moverse. Hace unos meses hice una reflexión parecida, algo que también ustedes pudieron leer porque era una conclusión del Plan Estratégico: Esta es una ciudad que sufre una enfermedad -la falta de liderazgo- de la que lentamente se ha contagiado el resto de la comarca y que, si alguien, no lo remedia, nunca más tendrá solución. Sólo les querrán a ustedes por su voto un vez cada cuatro años.