Ha llegado la Paz. No tanto por el final de las pasadas elecciones, y el cumplimiento de sus acertados pronósticos, como por el cese de las lluvias y la benignidad del invierno, pese a que nos repleguemos más que nunca al amor del hogar.

No tanto por el descanso del manejo de cifras y porcentajes de aquellos resultados electorales, como por la serenidad con que afronta Rajoy su investidura como presidente de gobierno, ante una crisis persistente y un país malparado.

No tanto por la contención con la que hemos de pasar ante los comercios exultantes de luces y villancicos, como por la esperanza depositada en la gran baza que hoy nos presenta el Sorteo de la Lotería de NavidadÉ

Todo es amor y cordialidad, como cada año; pero también, como cada año, se remueve el corazón urbano con las premuras por acabar algunas obras; esta vez, las del Paseo de la Estación, que incrementan el tráfico obligándonos al típico atasco vial. Dicho sea de paso y a pesar de las críticas, me parece que el resultado será muy adecuado para modernizar el entorno del Parque Municipal.

Como decía, todo es amor y cordialidad, deseos de buena convivencia en familia y entre en los ciudadanos, vaya, que no pesa ya la guerra sostenida entre populares y socialistas, cuando Elche ardía este otoño en medio de las llamas crecidas por las puyas de un partido contra otro ante el clarísimo resultado de las elecciones localesÉ

Todo es amor y cordialidad, repito, y los propietarios del pequeño y gran comercio, agradecen con sonrisas múltiples tus compras, implicados en ese menester por conseguir que todo funcione con normalidad, como si tuviéramos dinero para gastarlo, aunque entre ellos persista una guerra establecida por la libertad de horarios a fin de conseguir la imposible afinidad de los pequeños con los grandesÉ Para bien o para mal, nuestro Elche se extiende hasta crear "vidilla" propia en el extrarradio dentro de las grandes superficies comerciales, con la evidente soledad del centro de la ciudad.

Una vorágine de gente recorre estos días, las "avenidas" de los grandes supermercados como si se tratase de una verdadera metrópoli. Todos están allí ante el presagio festivo: los que pueden y los que no pueden comprar, y algunos comiéndose un bocata de hamburguesa que lo creerán muy merecido después de una semana de trabajo, y además en familia, para el colmo de la envidia de nuestra Glorieta ilicitanaÉ porque que la fiesta es comprar, e ir a pasar el rato para llenar un día de ocio y tener opciones mil, desde ver una película a echar una partida en la bolera, o buscar compañía en la alegría de los demás, al igual que podría suceder en las calles verdaderas de nuestro corazón urbano. Me pregunto siempre, por qué el 25 de diciembre, la fiesta litúrgica mayor del año, el día en que se hace realidad la celebración de la Natividad, pocos son los que acuden a gastar las calles y éstas aparecen desoladas, como sucede los domingos de todo el año cuando cierran los comercios. La respuesta será, que "necesitamos más de lo que necesitamos".

Es tiempo de Paz para todos, pese al euro que desune, Camps y su absurdo juicio, el avance del picudo rojo sobre el palmeral ilicitano, los recortes en Sanidad, el sabor amargo que nos dejó la CAM, o el furtivo apagón de nuestros comerciantes en días pasadosÉ

Deseo de verdad, que recuperemos el sosiego, el trabajo, los paseos con la familia sin más, y, cómo no, ese dinero fundido por el anterior Gobierno, para que se distribuya a todos, de manera justa y eficazÉ

Feliz Navidad.