En el contexto de colapso generalizado de las finanzas de la Generalitat, ya no se paga nada ni a nadie, nos encontramos con una destacada noticia relativa a los "grandes proyectos y grandes eventos", que tantos días de gloria han proporcionado a los gobiernos valencianos del PP. El pasado viernes 9, el Consell nos anunció un plan de reestructuración sobre el que conviene reflexionar un poco.

De acuerdo con lo explicado, que no es mucho, se trataría de vender Terra Mítica, de arrendar para luego vender la Ciudad de la Luz y de comprar Valmor, la empresa que gestiona la carrera de Fórmula 1 que se celebra en Valencia. Es decir: vendemos dos grandes proyectos situados en Alicante y compramos un gran evento que tiene lugar en Valencia. Como parece que los tres inventos son una ruina y nos están costando un dinero que no tenemos, habrá que buscar en otra parte el motivo para darles tan diferente trato. Ya adelanto que no va a ser fácil encontrarle una lógica económica a la decisión.

La estrategia económica que han venido practicando los diferentes gobiernos del PP en la Generalitat Valenciana ha estado orientada, en todo momento, a la consolidación y el mantenimiento de la hegemonía política de ese partido. Se inició en la época de Zaplana y ha llegado al paroxismo en el periodo de Camps. Construir la imagen de una Comunidad moderna, de éxito y presente en todo el mundo, de manera que se pudiera insuflar a los ciudadanos el "orgullo" de sentirse valencianos, ha sido el objetivo al que se han subordinado todos los esfuerzos económicos del Consell. La posición central que han ocupado los denominados "grandes proyectos y grandes eventos" en los programas de los populares así lo evidencian. Lo que se buscaba con estas actuaciones y lo que, evidentemente, han conseguido, era una cosecha de emociones positivas hacia el PP, presentándolo como el partido que ha hecho posible el renacer de la grandeza valenciana. Ya se sabe que, para el voto, son más importantes unas buenas emociones que el más riguroso de los razonamientos y que, además, las emociones tienen más vocación de permanencia. La contrapartida de esta exitosa estrategia política la estamos pagando ahora entre todos. La deuda nos asfixia y nuestros indicadores socioeconómicos están muy por debajo de la media española. Lamentable forma de alcanzar la grandeza.

Las disparatadas inversiones que han requerido estos proyectos se han justificado, siempre, en términos de beneficios económicos futuros. Estos beneficios habrían de llegar, imparables, vía millones de visitantes que colapsarían hoteles y apartamentos. Nunca hubo el menor indicio de que eso fuera a producirse así. Desde el principio, todas estas operaciones se mostraron como ruinosas para el conjunto, aunque algún pequeño sector económico obtuviera beneficios puntuales. Sin embargo, los ahora furibundos partidarios de la austeridad pública no levantaron ni una voz contra unos despilfarros más que evidentes. La nómina de palmeros estuvo suficientemente nutrida, aunque seguro que no faltaron empresarios que barruntaron el futuro desastre, siempre en la más estricta intimidad.

Ahora se trata de corregir eso, los gastos y la deuda, porque la necesidad obliga. Está bien, aunque llegamos tarde y nadie nos devolverá lo perdido. El problema, además, es que no parece haber una propuesta coherente detrás de lo que se quiere hacer. ¿Por qué vender dos proyectos y comprar un evento que en el que vamos a tener que seguir poniendo una escandalosa cantidad de dinero público? Como no hay una explicación porque la loada transparencia sigue sin aparecer, es imposible cerrar la puerta a las especulaciones. ¿Es porque sólo hay compradores para los primeros? ¿Puede haber algún tipo de "rentabilidad" oculta en ellos? ¿Es porque hay amigos a los que salvar con urgencia (Aspar, Roig, BancajaÉ) en la F1? ¿Tendríamos que considerar que el único en el que se piensa seguir gastando dinero público es el que está, precisamente, en Valencia? ¿Hay, de verdad, un plan que se sostenga desde el punto de vista económico o es que ya solo da réditos de imagen la Fórmula 1?

Yo no comparto la ola de privatización de servicios públicos esenciales que nos invade, pero puedo entender el razonamiento de los neoliberales de ahora que la defienden a ultranza. Lo que nunca podré entender es a estos "centristas" de pacotilla, que se emocionan con la Merkel y que privatizan la sanidad y la educación para nacionalizar las pérdidas de la Fórmula 1. Por cierto: seguimos sin saber lo que nos cuesta la carrerita (Levante apunta que 27 M?, cada una) y ya estamos en la era Fabra.

A todo esto, la imprevista reunión del miércoles, con la cúpula de los empresarios, da miedo. ¡Cómo verían la cosa para pedirle a Fabra que subiera los impuestos! Claro que más miedo da ver que seguimos como siempre: a base de ocurrencias, privilegiosÉ o caprichos de imagen. Y la deuda desbocada.