Todas las ciudades tienen para quienes las viven, rincones especiales. Esos lugares a los que te gusta volver solo por el gusto de disfrutar del entorno, o a donde acudes cuando sientes que ha llegado el momento de echar el freno y darte un respiro.

Les confieso que mi rincón favorito de Elche es la Ruta del Palmeral; un cruce de caminos que rodea el colegio El Palmeral y se adentra por el Huerto del Sol hasta llegar a la calle Curtidores, bordeando los huertos de "Les Almàseres", "Els Pontos", "Clot dels Tres", "Blanquets"É Es un placer pasear sin prisa por esos caminos que nos recuerdan culturas pasadas y que forman parte de nuestra historia, en torno a un paisaje que es Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, esa sensación bucólica y relajante, se ve interrumpida cada pocos metros por una de las expresiones plásticas más mundanas que existen: los excrementos de perros. Si usted, en su paseo por el Palmeral, queda absorto por la belleza del paisaje y deja de mirar al suelo durante algunos metros, puede encontrarse en las suelas de sus zapatos con una desagradable sorpresa. Eso sí, los excrementos de perros no son clasistas. Los encontramos igual en la Ruta del Palmeral, que en el Jardín de Andalucía, la Plaza 1 de mayo, Candalix o el parque de Salvador Allende en el Sector V. Están por todas partes inasequibles al desaliento, por obra y gracia de algunos dueños de perros que no terminan de entender que la ciudad es de todos, de quienes tienen perro y de quienes no lo tienen. Comprendo que el esfuerzo de salir de casa con una bolsa de plástico y agacharse a recoger la "caca" de su perro debe ser muy grande para algunos "ciudadanos". Quizá por eso nuestros munícipes deberían buscar formas de "ayudarles" a hacer ese esfuerzo mas llevadero. No soy partidaria de las sanciones ni los castigos, pero todos sabemos (y lo hemos vivido en nuestra infancia) que en ocasiones es la única forma de hacernos reaccionar. Sé que no se puede establecer un dispositivo de vigilancia en cada parque o plaza de la ciudad para pillar in fraganti a quienes no recogen los excrementos de sus mascotas, pero doctores tiene la Iglesia y capacidad para articular algún dispositivo de control deben tener nuestros munícipes.

Otra opción es el establecimiento de la "perro-tasa" es decir un impuesto específico para los dueños de perros. Pero claro esto incluiría también a quienes (y son muchos) sí tienen conciencia ciudadana. E incluso podría llegar a generar el efecto contrario. Aquel que pagando la tasa por tener perro decidiera que como ya paga tiene derecho a que otro le recoja la caca de su perro. Me gustaría tener una solución, pero francamente no la tengo. Solo se me ocurre apelar a la conciencia, a la educación y al respeto. Yo todavía creo en esos valores y espero que algunos a quienes les gusta presumir de ciudad limpia y bonita también los recuperen.