Urdangarín será imputado, Cristina, no. Es reconfortante saber que ella no tomaba parte en las decisiones que llevaron al duque a tan saneada posición económica. Nos contaron que se iban a las américas porque eran modernos y mira, no, según las malas lenguas estaban huyendo de la quema. Porque el caso Nóos lleva unos años coleando.

Lo más original que he oído es que la princesa es sobria -porque no va vestida como Eva Longoria, qué mona va esa chica siempre- y es que la infanta de España no sale de lo que se da en llamar look casual, o sea, que va permanentemente de sport, para los que somos más austeros aún. Como si sus pantalones y zapatillas no valiesen más que mi guardarropa; ella es sobria porque lleva el mismo peinado, como su madre, que cualquier día abraza la mística con esta familia que tiene. Cristina es sobria y sus hijos lo mismo, que conste. Poseen un palacete que vale millones de euros, pero según dicen las fuentes filtradoras de noticias reales (división juzgado) ella no sabía nada de las decisiones que Iñaki Urdangarín, menudo lince, tomaba en aras del bienestar económico de su prole. Porque vamos a suponerle al duque que lo suyo no es avaricia, codicia de la mala, como la de la historia del judío de la Torre del Oro. Lo suyo es ingenio, cosillas al margen de la ley. La monarquía es así, sorpresiva para casarse, divorciarse o tener hijos. Y Urdangarín es sin duda un estratega de la empresa, pues la cartera de clientes del duque es de pasmo. Eso sí es entrar por la puerta grande. Empresas reputadísimas y boyantes que han contratado unas cajitas llenas de aire de la sierra a precio de caviar iraní. Cristina era ignorante a pesar de que el secretario que tenía también estaba ocupando un cargo, tesorero para más inri. Pues no, todos inocentes como un bebé. Y así, de azul celeste y rosa clarito entraron muchos millones que fueron a parar a sociedades allende los mares. Pero ella no sabía nada. Y la ignorancia no es un delito para la infanta que nunca preguntó de dónde salía el dinero. Más al norte a Victoria de Suecia no la imputarán finalmente por haber aceptado un regalo consistente en un viaje por valor de un millón de euros y es que en Suecia la familia real está fuera de la ley. Y no es mala solución. Nos hubiésemos ahorrado aquí los comentarios impertinentes, los destellos republicanos, las gafas de sol del rey (quién no se ha parapetado tras las gafas de sol...), los planos del príncipe en televisión vestido de militar y la intervención del bufete de abogados de confianza. Previsiblemente será imputado y cuando eso ocurra deberíamos pensar qué hacer con esta institución, a la que le ha fallado la capacidad de respuesta, pues deberían haber pedido ellos mismos unos estatutos que dieran trasparencia a su famosa asignación y a sus actividades públicas y privadas. Y cuando eso ocurra que por favor no nos digan que les necesitamos.

Hoy hay dos países en Europa que llevan camino de convertirse casi en un poder absoluto sobre los demás y son repúblicas. Los juancarlistas se reivindican con su visión de la historia mientras la realidad diaria habla de una sociedad cada vez más gris, más desesperanzada y más desigual. La monarquía, un jarrón chino que además, es feo.