Querido padre y maestro de tantas cosas, para nosotros y otra mucha gente. Naciste en el Mediterráneo, te empapaste de su sabiduría, de su arte, de sus culturas. Eras amante de su filosofía, de su mitología, y de sus religiones.

Cómo no, la democracia -surgida en tu admirada y tantas veces visitada Grecia- fue tu bandera, tu lucha, incluso cuando España y Alicante carecían de ella. Naciste para ser libre. Buena parte de tu vida la viviste para que todos la tuviéramos.

Te recordamos viajando a Alemania en la clandestinidad para acudir a reuniones en donde se ponían las primeras piedras de la democracia española. Descubrimos contigo, y con mamá, lo que vale la democracia y lo que os costó a algunos conseguirla con el apoyo unánime -luego- de todos los españoles y españolas.

Izquierda Democrática fue vuestro bautizo democrático, luchando en Alicante desde la Platajunta. Fue este tu partido con el que te presentaste en las primeras elecciones democráticas, después de la muerte de Franco, y teniendo como líder a tu admirado Joaquín Ruiz Jiménez. Sin conseguir el éxito deseado fuiste escuela de muchos jóvenes que quisieron reivindicar sus propuestas en el Congreso de los Diputados español, en la Generalitat Valenciana, o en algunos ayuntamientos.

Recordamos cómo nos contabas que fue en tu máquina de escribir donde se hizo uno de los primeros borradores de lo que debió ser luego el Estatuto de Autonomía, o cómo os escondisteis de los "grises" Lerma, tú y otros en un pajar.

Siempre prevalecieron en ti los principios básicos de la tolerancia, el respeto a los demás, la comprensión, la libertad. Esa libertad que leíste, por primera vez, en Platón o Aristóteles, esa libertad que observabas cuando las velas de un velero se recortaban por tu querido mar Mediterráneo, esa libertad que hoy te inspira para volar como una paloma libre por encima de las olas, para navegar allende los mares por ese mar nuestro y tuyo.

Un día, mientras tú operabas enfermos -tu otra gran vocación, la medicina-, una pareja de "grises" se llevaba a mamá de casa a la comisaría. Tú fuiste, con Asunción Cruañes, con Enrique de Louis, y tantos otros luchadores a pedir su liberación, y la conseguisteis.

Te recordamos, en el estupor de la noche que murió Franco, el dictador. Estábamos todos en casa, escuchando Radio París. Cuando la noticia de la muerte de Franco era confirmada, te fuiste de casa sin decirnos por qué ni a dónde. Sencillamente bajaste a decirle a los dos policías de la secreta que te seguían permanentemente que su trabajo había terminado, y que no había rencor. Que España era de todos y para todos. Así eras tú: tolerante, humano, con una palabra para todos.

Sufrimos contigo la zozobra del 23F. No querías irte de casa, pese a que estabas amenazado en la publicada luego "Lista negra". Mucho -decías- os había costado traer la democracia, como para irse.

Por eso, cómo no, te recordamos sobre todo haciendo de marido, de padre, de maestro de sabiduría infinita, que siempre nos abrumaba. Has acogido en tu casa a nuestros amigos, nuestras parejas, a todos nos has contado una y otra vez esas anécdotas que ahora forman parte de nuestra historia. Antonio, Paqui, Seila y Yoli ya las repiten como propias, porque son de todos, porque desde siempre has puesto por delante el valor de la familia. Tus nietos y nietas te admiraban profundamente por ello, tanto como te querían.

Has viajado con las piernas, pero también con la lectura, con el estudio, con las diapositivas. Tus narraciones sobre hechos y detalles de cada punto del Mediterráneo que visitabas era como un cuento mágico, una Ilíada moderna en donde tú, junto con mamá, viajabas por islas y templos, y nos narrabas aventuras y experiencias.

Por eso, y tal y como deseabas, ahora volverás a ese Mediterráneo que tanto querías. Te deseamos un buen viaje por el Mediterráneo y, como Ulises, que encuentres tu Ítaca. Te has enrolado ya en el velero que te llevará allí. Buenos vientos para tu nueva y eterna travesía.