Los daños colaterales causados por la telefonía móvil y las nuevas tecnologías a industrias centenarias ya casi no son noticia, pero que uno de los damnificados sean los fabricantes de despertadores no deja de sorprender. Así lo corroboran los universitarios alicantinos que todos los días deben levantarse al ritmo del Gran Vals del maestro Francisco Tárrega versionada por Nokia, o alguna otra melodía que les ofrezca su menú. Porque, aparte del uso básico del móvil, lo más habitual para ellos es emplearlo como despertador. Si usted pensaba que sus hijos se pasaban el día chateando bajo una palmera en el campus, navegando por Internet o haciéndose fotos y vídeos, se equivoca: a nuestros universitarios les preocupa llegar a tiempo a clase. Contarse la vida en servicios de mensajería instantánea parece cuestión de minorías. Excepto los aventajados alumnos de la Politénica, a la vanguardia en el manejo de teléfonos inteligentes, la mayoría ignora incluso el sistema operativo de su aparato, especialmente los de letras. Para la próxima encuesta yo preguntaría si usan reloj o también recurren al móvil y, puestos a saber, si no tienen tarifa de Internet porque no quieren o porque no les llega la paga.