Vale, es un charlatán, un tipo casi mediocre al que le gusta hablar por los codos, sobre todo en público, y un informativo de la BBC parece una excelente tribuna para soltarse la melena y sentirse protagonista absoluto durante cuatro minutos. Venga, digamos eso, que es un charlatán, término con el que él mismo se ha calificado para quitarle hierro a sus propias palabras. Se trata de Alessio Rastani, el agente de bolsa que tan nervioso ha puesto a todo el mundo diciendo que las crisis económicas, todas las crisis económicas, y las recesiones, y la mareante montaña rusa de las deudas soberanas, son el sueño del bróker, y que hoy no gobiernan los Gobiernos sino Goldman Sachs, personalizando en ese banco la idea que ya teníamos quienes no tenemos ni idea de economía global pero mucha de economía real. Nunca antes se le había hecho tanto caso a un charlatán.

Nuestra ministra de economía dijo en Los desayunos de la televisión pública lo que era de esperar que dijera Elena Salgado, que el tipo es un loco, un inmoral. Otros políticos han dicho cosas parecidas. Todos han dicho algo. Vaya con el charlatán. El charlatán se ha hecho el rey de Facebook, de Twitter, y ha saltado a los informativos, a las tertulias. ¿Ha dicho algo que no pensáramos quienes no somos banqueros ni estamos en la salsa de la política rendida a los mercados? No. De ahí que el ahínco con que se ha tratado de devaluar el arrebato del agente bursátil hable de la proporcionalidad de su diagnóstico. Este Alessio es como Fran Cuesta, el Frank de la jungla de Cuatro. Todo el mundo dice que está loco, que no para de hablar, que hace teatro con las serpientes y dragones, con otros reptiles. Pero cuando el tipo se enfrenta a una víbora, hiela la sangre.