Alguien me apuntaba el otro día que el mundo de las finanzas es como una masa nubosa que rodea al planeta y que tiene varios kilómetros de espesor. Y no está nada mal la imagen de nublado que dibujaba, incluso me pareció más acertada que esa otra que dice que el capital financiero es la sangre que alimenta el cuerpo social y lo hace funcionar. Porque basta con mirar al cielo para comprobar que la Tierra tiembla sobrecogida ante una nubosidad de indescriptible aspecto (tal vez del aspecto de la panza de burro) que se cierne sobre un suelo firme que apenas se adivina.

En tiempos no tan lejanos había también una capa nubosa de esa naturaleza si bien era más fina y discontinua, de manera que si a veces producía tormentas y violentos huracanes la calma volvía a su tiempo y el sol brillaba otra vez. Pero ésta que tenemos en lo alto no trae lluvia con que alimentar los campos y las huertas sino que, cual gigantesca masa seca y sombría, se limita a descargar rayos y truenos. Nadie sabe donde el rayo caerá y el trueno retumbará aunque se pueda intuir que selecciona sus objetivos.

Bajo este cielo amenazador se cierra en España la legislatura de la crisis. Zapatero se va solo, repudiado por los que le acusan de haberse destacado en las medidas anticrisis exigidas por los mercados, y estigmatizado por quienes le hacen responsable - a él solo y a su gobierno- del alarmante estado atmosférico reinante. Ocasión habrá de juzgar las etapas de Zapatero desde una cierta distancia. Pero lo que preocupa ahora es ver quién y con qué medios hará frente al funesto fenómeno, impredecible y terrible, que mantiene a los países en vilo.

Y aquí están las gentes del pepé, a las órdenes de Don Mariano, que se aprestan entre risas y alardes a coger la vara de mando que las encuestas le deparan (y la verdad, no sé de qué se ríen continuamente). Lo que sabemos por ahora de Don Mariano es que pide confianza, confianza en que pondrá en juego su acrisolada capacidad de decisión y de conocimientos económicos para conjurar la crisis. Tal vez saque a los santos en procesión o recurra a otros prodigios para que la lluvia aparezca.

Porque lo cierto es que los datos objetivos no dan para mucho más. Nada consistente aportó Don Mariano en estos años de zozobra que no fuera segar la hierba bajo los pies del Gobierno, excepto sugerir que volverán los tiempos soleados de Aznar, cuando se sentaron las bases para inflar el grano del ladrillo que luego reventó en la cara de Zapatero. Tampoco ayuda a generar confianza hacia Don Mariano la trayectoria de los pupilos suyos que se han destacado por llevar el despilfarro y la deuda -y la corrupción-hasta los extremos más absurdos allí donde han gobernado, como es el caso de la Comunidad Valenciana. Y si nos atenemos a otros gobiernos conservadores europeos en los cuales Don Mariano al parecer se inspira, lo que vemos es un panorama desolador, ya que no solo no hacen frente a la crisis sino que ésta se recrudece y aplasta a los sectores sociales más débiles, que incluyen a buena parte de la clase media.

La espesa nube seca no se va a disipar, pues, por arte de encantamiento. La actual, por si alguien no se ha dado cuenta, es una crisis sistémica del capitalismo, incubada a partir de sus propias reglas (o más bien, por falta de reglas) y desarrollada en medio de una anarquía clamorosa y suicida. Y lo peor es que las medidas a que nos abocan son las del capitán del Titanic: "¡paso a los de cubierta preferente!É después ya veremos".

Así que hay que esperar respuestas más equitativas, si no más combativas, por parte de la gente de a pie. Algunas ya se están produciendo, como en Dinamarca, el país con el estado social más potente de Europa, al que los gobiernos conservadores casi mandan a pique, o en otros países como la misma Alemania, Italia (ahora resulta que el problema son los vicios de un señor, no las políticas conservadoras que propició, otrora tan celebradas), Francia, Inglaterra, Irlanda, etc. Aquí en España algo se mueve también. Sobre todo cuando se empieza a constatar que Don Mariano antepone, a falta de mejores argumentos, la ideología a la política y a la economía y cuando los alardes de incontinencia de sus mensajeros ya anuncian de qué va la cosa. Los trabajadores de la enseñanza pública lo han captado.

La amenaza de las nubes borrascosas no se va a aplacar a base de mantras o rogativas, ni con maniobras como la malhadada reforma constitucional. La masa seca se las tragará todas, una tras otra. La clave está en hacer de una vez lo que no se hizo en 2008, dejando que esa masa incontrolada campee a sus anchas descargando rayos y truenos: Políticas concertadas a nivel europeo que apuesten por el empleo y el impulso económico real, algo que, si se cumplen los pronósticos, cogerá a Don Mariano con el paso cambiado, eso sí, después de haber destruido lo poco que nos queda.