Pocas horas después de cerrarse la jornada electoral del 20-N dos noticias sacudieron la Comunidad Valenciana. Dos hechos que indican qué futuro nos espera a los vecinos de esta tierra. Por un lado, el Banco de España intervino el Banco de Valencia, la única entidad financiera con sede en esta Comunidad tras la fusión de Bancaja con Caja Madrid en Bankia y la gestión por el FROB de la alicantina Caja Mediterráneo, que dentro de pocos días puede pasar a manos foráneas. La segunda noticia, el inicio del desmantelamiento del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia (CIPF). Ciento catorce investigadores y personal auxiliar han sido despedidos y se han cancelado diez líneas de investigación en materias tan necesarias como la lucha contra el cáncer o la diabetes. No se trata de proyectos sino que se tira por la borda un trabajo ya iniciado. De la noche a la mañana se arroja a las tinieblas años de esfuerzos y dedicación a la ciencia, así como gran parte de la gran inversión que supuso la construcción y puesta en marcha del centro.

¿Cuál ha sido la reacción de la sociedad valenciana? De nuevo, el más absoluto silencio. Las instituciones y habitantes de Castellón, Valencia y Alicante, adormecidos o atemorizados ante el poder omnímodo del Partido Popular, callan y asienten. Ninguna entidad alza su voz ante tamaños despropósitos. La Comunidad Valenciana, rezagada en los últimos años en todos los parámetros económicos, pierde de una tacada uno de los pilares de la financiación y un centro del conocimiento al servicio de la salud y de sectores productivos con futuro. No es casual que disminuya el peso político de esta tierra cuando cada año nos alejamos más de la media de la riqueza europea, ha bajado el porcentaje de la Comunidad Valenciana en el PIB de España, el paro es aquí superior a la media española (estamos entre las regiones europeas con más porcentaje de desempleo) y la deuda per cápita de la Generalitat lleva años como la más elevada entre las diecisiete comunidades autónomas. ¡Menuda carta de presentación en un mundo globalizado y competitivo!

La Generalitat promovió el Centro de Investigación y es ahora quien lo condena a una muerte segura. ¿También fue un despropósito megalómano como Terra Mítica, la Ciudad de la Luz o el aeropuerto de Castellón? ¿Alguien, desde el mundo de la ciencia y la investigación, lo advirtió en su día? Ahora no dicen una palabra ni las asociaciones empresariales, ni los colegios profesionales afectados, ni las universidades valencianas. El Consell Valenciá de Cultura, cuya presidencia ostenta un profesor muy relacionado con premios Nobel de todo el mundo, guarda silencio, así como los patronos de los Jaume I, unos premios dedicados al reconocimiento de la innovación y el progreso cultural y científico. Un silencio sepulcral acoge el desmantelamiento del centro investigador por el presidente Alberto Fabra y su consejero de Sanidad, Luis Rosado.

Con los casi 3 millones de euros que cobraban al año los consejeros del Banco de Valencia, que además se adjudicaron créditos en 2010 por valor de 100 millones, se habría cubierto las necesidades económicas del Centro de Investigación sin llegar a la regulación de empleo perpetrada. ¿Cuánto cuesta cada año traer a Valencia la Fórmula 1 para gloria y beneficio de los "amigos" del yerno del expresidente Aznar? Se tenía que haber cancelado ese contrato, leonino y opaco, antes de cerrar, por falta de recursos, la mitad de un centro de biomedicina. Ya sabemos por donde irán los recortes. Esta Comunidad, en estas manos, está condenada a no tener futuro. Que no sea con mi silencio cómplice.