En un mundo donde alguno de los más conspicuos políticos que lo habitan -Rubalcaba y Obama, por ejemplo- acaba de descubrir que los ricos no pagan impuestos y encima, cuando mueren, van al cielo con el dinero que han conseguido ahorrar a costa del ominoso tributo y del esfuerzo y sudor del proletariado (qué bien ha quedado esto último), conviene preguntarse en qué estación de autobuses debió bajarse alguno de ustedes dos -o alguno de esos políticos- (a mí perdónenme, desde que me despedí de "La Albaterense" solo viajo en el cochecito de San Fernando, de ahí que no coincidamos en la estación) para haberse perdido tamaña revelación empírica, descubrimiento tan sensacional e ignoto. No se les puede dejar solos -a los políticos, válgame Dios-, de lo contrario corremos el riesgo de que por su joven edad, por su inocencia sobrevenida y su enternecedora candidez ajena a la demagogia y el populismo, vuelvan a descubrir América -vía impuestos- navegando a bordo del "Nuestra Señora de Atocha" y su botínÉ, el otro, un tesoro vital para la Corona española en aquellos turbulentos tiempos en que veíase acosada por banqueros y prestamistas ante el inminente riesgo de bancarrota. El tesoro, descubierto siglos después junto al galeón "Santa Margarita", no está en España, sino en Florida, todo un síntoma. ¿Les suena a historia lejana; les suena al pasado? ¿Seguro? Pues afinen el piano, suenaÉ Chopin.

El canal de música "Mezzo" está reponiendo La Dama de las Camelias, el ballet del coreógrafo John Neumeier -y conmovedora música de Chopin-, sobre la obra homónima de Alejandro Dumas, el hijo de Dumas, representado en la Ópera Garnier de París por la evanescente Agnès Letestu (solo con las manos esta bailarina habla mejor que todas las actrices de cine español juntas) y el portentoso José Martínez, bailarín étoile de la Ópera de París, un cartagenero nombrado hace poco director de la Compañía Nacional de Danza. Basado en aquella obra, Verdi compuso La Traviata (no hay opinión unánime sobre cuál es la mejor "traviata" de la historia, pero la versión dirigida por Muti en 1981 con Scotto, Kraus -imbatible-, Bruson y la orquesta Philharmonia, es de las mejores). Contemplando La Dama de las Camelias casi se consigue olvidar que estamos en campaña electoral. Y no es lo mismo escuchar los silencios de la danza que ver los estruendos verbales de los políticos.

No obstante, hacen ustedes bien en recordarme que en estos tiempos ayunos de materialismo dialéctico e histórico y plagados de materialismo a secas, el romanticismo dialéctico ya no está de moda; que los relatos y los seres cubiertos por la pátina de la nostalgia, la cándida adolescencia y la arrebatadora melancolía, duermen en el cementerio de la memoria; hacen bien en recordármelo. Pero no puedo escucharles, sobre todo cuando los oídos quedaron atrapados para siempre en el dique de Beethoven y Schubert, en el muelle de Mendelssohn, Schumann y Wagner, en el malecón de Berlioz y Liszt, en el embarcadero de Brahms y Bruckner, en el último atraque del romanticismo de Mahler.

De ahí que escuche las notas temblorosas de la corta vida de Chopin, del piano acariciado por las manos jóvenes de un compositor que quiso que su cuerpo descansara en el Pére-Lachaise de París y su corazón en la Iglesia de la Santa Cruz de Varsovia. ¿Habrá algo más romántico?

Tan romántico como la aspiración del PP de crear 3,5 millones de puestos de trabajo sin apenas despeinarse; tan romántico como el sueño de Rubalcaba de convencer a 3,5 millones de indecisos (la coincidencia de cifras es pura coincidencia); tan romántico como la postura del PSOE rechazando la moción a favor del corresponsal de El País en Cuba, expulsado de aquel paraíso de libertad; tan romántico como Obama -el líder progresista que junto a Zapatero iba a transformar el mundo en un par de díasÉ o tres- rechazando que la ONU apruebe la creación de un Estado palestino (¿no dijo nada el Gobierno español?); tan romántico como la penúltima ejecución en USA de un ciudadano -negro, of course- pese a las graves dudas sobre su culpabilidad y las peticiones de clemencia del Papa (sí, el Papa), Amnistía Internacional o Francia (¿no dijeron nada Zapatero y Obama?); tan romántico como la patética huida de altos cargos del PSOE ante el próximo desastre electoral (Bibiana AídoÉ a la ONU, Pablo Sebastián, Gabilondo, Antonio Gutiérrez, Bono, González-Sinde, Elena SalgadoÉ tan romántica ella con sus brotes verdes recién plantados); tan romántico como ver a nuestros alumnos estudiar en barracones prefabricados mientras los políticos disfrutan de palacetes para estudiar mejor; tan romántico como conocer que Alicante capitaneará la lucha europea contra la piratería industrialÉ de lunes a viernes, los sábados y domingos cerrará a los inspectores el acceso a la Explanada con la excusa de que está en obras; todo tan romántico.

Por ese singular romanticismo, les propongo escuchar el Andante spianato y Gran Polonesa brillante de Chopin; dormir los ojos mecidos por la mano de Claudio Arrau; ver a La Dama de las Camelias bailar con su dolor y, al despertar, comparen. Todavía pueden hacerlo.

Ese es su privilegio.