El recientemente aprobado impuesto sobre el patrimonio ha suscitado en los últimos días un debate que nos demuestra una vez más que en este país, ni ricos ni pobres acabamos de aceptar que el hecho de pagar impuestos es una obligación moral, legal y necesaria. Mientras en Francia salían los dueños de grandes fortunas a decirle al Estado que ellos podría pagar más, que no está bien que paguen menos que el que menos tiene, los ricos españoles miraban para otro lado (muchos de ellos tienen el doctorado en cómo evadir impuestos): Spain is different una vez más.

Nos olvidemos de que los impuestos son una de las herramientas básicas que tiene el Estado para cumplir con sus obligaciones, ya que un Estado sin recursos económicos se encuentra maniatado para ejercer sus obligaciones. El Estado es responsable tanto de garantizar los servicios públicos como de establecer un mecanismo justo que distribuya la riqueza y, a fecha de hoy, no se me ocurre otro que el de los impuestos.

Como saben el impuesto de patrimonio ha sido reinstaurado por el empeño del candidato socialista Rubalcaba. En mi opinión, Zapatero nunca debió eliminarse el anterior, si bien es cierto que éste tenía muchos defectos. El debate final ha estado en la cantidad mínima que quedaría exenta. Se ha debatido mucho, pero finalmente se han elevado los 108.000 euros anteriores a los 700.000 actuales. La demagogia irresponsable ha venido de la mano de Rajoy cuando se ha descolgado en decir que el impuesto grava "a los que ahorran".

Con todos mis respetos para Rajoy y para todos los catedráticos de Economía que han salido a defender este argumento, creo que los que se dedican al ahorro no suelen llegar a esas cantidades ni tener esa acumulación de patrimonio, más bien suelen ser casos de herencia. Pero aun aceptando el argumento, me parece injusto, porque igual ahorran los que tiene más que los que tienen menos, por lo que es justo seguir la regla de que "quien más tenga, más paga". Otro argumento demagógico (o más bien de risa) es aquellos de que el impuesto va contra las clases medias. No sabía que en España teníamos sólo 160.000 personas de la "clase media" que acumulan este patrimonio. Deben ser miembros de esta clase media Emilio Botín, quien ha dicho que "le parece muy mal" el impuesto, o la Duquesa de Alba quien dice que ellos (no sé si los ricos o esta "clase media") lo están pasando igual de mal que el resto de españolitos de a pie con esta maldita crisis. Y por último han salido al ruedo las Comunidades Autónomas (entre ellas la nuestra) que con todo su desahogo se niegan a recaudar este impuesto, política discutible si no fuera porque la mayoría de ellas no tienen ingresos suficientes para pagar a médicos, profesores y servicios básicos, ya que están endeudadas "hasta las cejas".

Sirva este artículo, de un ciudadano bastante desconocedor de cuestiones económicas, pero concienciado del sentido del servicio público que tiene que tener el Estado, para insistir en la idea que he expuesto al principio: que los impuestos son un tema muy serio como para que se hagan estos debates tan frívolos, que no hacen sino aumentar la desconfianza del ciudadano hacia el Estado. Quizás el debate y el proceso de aprobación debería haber sido más sosegado. Quizás se debería haber buscado el acuerdo de los dos partidos mayoritarios (aunque a la luz de los acontecimientos este hubiera sido más que difícil). Pero una vez aprobado, respetemos y asumamos la aprobación del impuesto y observemos las ventajas que este puede tener para el futuro de la economía y de las inversiones en la creación empleo.