La situación no está para bromas ni para la improvisación de soluciones irrealizables. Junto a una infinidad de "gracietas", chascarrillos y símiles futbolísticos, la única propuesta aparentemente seria del candidato Rubalcaba a lo largo de esta campaña electoral ha sido la de solicitar a Bruselas, de resultar vencedor en las elecciones, una moratoria de dos años más para el ajuste del déficit. Digo aparentemente porque nunca he visto un "brindis al sol" tan espectacular. ¿Se imaginan ustedes, aun prescindiendo de lo imposible de dicha solución, a qué niveles llegaría la financiación de nuestras emisiones de deuda en tal supuesto? Para responder a esta pregunta no hace falta más que contemplar las consecuencias para Italia y para nosotros de aplazamientos mucho menores en las reformas y ajustes comprometidos.

Dejémonos de ocurrencias: ha llegado la hora de la verdad y de entender que lo que nos jugamos a partir de mañana, sea cual fuere el resultado electoral de esta noche, es nuestra pertenencia a la Unión Monetaria Europea. El gobierno que se forme tras las elecciones ha de afrontar la situación de crisis más problemática y profunda de nuestra reciente historia y, además, ha de hacerlo en un contexto europeo que la canciller alemana Merkel ha definido como el más dramático desde el año 1945. Hay dos formas de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable. La segunda comenzó a ponerse en práctica por Zapatero hace años con el resultado que todos conocemos. La primera es la que ahora se le ocurre al todavía presidente, en una de sus escasas apariciones electorales, al exigir vehementemente, y parodiándose histriónicamente a sí mismo, que sean la Comisión, el Consejo y el Banco Central Europeo los que se encarguen de resolver nuestra crisis ya que para eso -dice sin el menor sonrojo- les hemos transferido parte de nuestra soberanía.

Menos mal que las últimas comparecencias y declaraciones de Mariano Rajoy están sirviendo para introducir racionalmente la reflexión sobre el futuro inmediato y para manifestar su disposición a asumir, sin huidas hacia adelante, la responsabilidad que se le puede venir encima como única posible alternativa. Rajoy está mostrando la enorme preocupación de quien se sabe casi seguro ganador de las elecciones. No es para menos; la tarea que se avecina requiere voluntad, temple y firmeza para la adopción de decisiones que pueden desencadenar un amplio movimiento de contestación social. El líder del PP se ha pronunciado con claridad al respecto: con muy escasas excepciones -entre ellas el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones-, todo el gasto público puede estar sujeto a revisiones y ajustes. No hay otra solución para romper el círculo vicioso que nos precipita a la bancarrota. Se precisa un plan inmediato de profundas reformas, incluyendo en las mismas al sector bancario, y un recorte del déficit que vaya incluso más allá de las previsiones actualmente establecidas por Bruselas. Sólo así se podrá lograr una drástica disminución de la prima de riesgo de nuestra deuda cuyo efecto en el presupuesto tendría un sensible impacto positivo al reducirse en gran medida los más de 30.000 millones de euros de atención a la deuda que en principio se prevén para 2012 y los correspondientes a sucesivos ejercicios.

Aunque predecir resultados electorales antes de que se abran las urnas no deja de ser arriesgado, tanto los sondeos de intención de voto como el clima que se percibe en la opinión pública apuntan a que el Partido Popular obtendrá una holgada mayoría. No creo que haya habido ninguna otra consulta electoral en la que los factores ideológicos y de adscripción partidista hayan sido tan irrelevantes como ahora. La necesidad de un cambio en las políticas llevadas a cabo en los últimos años y de las personas responsables de las mismas puede ser asumida, sin dejar por ello de mantener un vigilante espíritu crítico ante un nuevo gobierno, por amplios sectores de población no identificados hasta ahora con el Partido Popular. La situación de emergencia económica que atravesamos requerirá no sólo una sólida mayoría parlamentaria sino también una amplia mayoría social con la que conseguir una inequívoca legitimación cívica que permita abordar el proceso de recuperación de nuestra maltrecha situación social y económica.

A Mariano Rajoy habrá que demandarle, si el triunfo electoral del Partido Popular se confirma, que emprenda sin demora, con la colaboración del gobierno en funciones, las actuaciones necesarias para el inicio de ese proceso de recuperación. A la izquierda política y sindical, que no sucumba ante las tentaciones demagógicas y populistas que se abrirán como consecuencia de los sacrificios exigibles. A la sociedad española en su conjunto, que muestre la madurez necesaria para cerrar en el menor tiempo y con el menor deterioro social e institucional posible esta amarga etapa de nuestra historia.