Muchos de nuestros políticos y de los políticos europeos -sobre todo los que han fracasado-, andan gozosos con lo que se ha dado en llamar "los mercados". Ha sido la coartada perfecta que justifica sus errores, la excusa que oculta sus responsabilidades, el bálsamo que alivia el vergonzoso trance de pedir perdón a la ciudadanía. Merced a esa carambola conceptual, gracias a ese invisible y malévolo chivo expiatorio, los mercados, y solo los mercados, pagan la culpa de la crisis, arrastran consigo la paternidad del desastre, pasan a formar parte del imaginario colectivo sobre el "Mal" en abstracto y pechan con la indignación y los insultos del pueblo. Mientras, los políticos que jugaron la partida de billar que propició la milagrosa carambola, escapan de sus culpas sin pedir perdón, se dedican a contemplar nubes sin reconocer lo nefasto de su gestión, pasan a engrosar la lista de privilegiados con las máximas jubilaciones de por vida y desaparecen eufóricos sin asumir el mínimo atisbo de error, sin aceptar lo mal que han guiado a sus países y sin reconocer el inmenso daño que les han procurado merced a su ineptitud, su endiosamiento y su torpeza. Pero la culpa sólo es de los mercados, los egoístas mercados. Si no fuera porque hace años que Winston Churchill abandonó el mercado de la vida, les recordaría aquello de que nunca tantos debieron tanto a tan pocos.

Yo les pregunto a ustedes dos, avezados mercaderes de Venecia: ¿antes no existían para esos políticos los mismos mercados de hoy?; ¿los mercados que antaño permitieron a esos políticos alardear de lo ricos que éramos son distintos a los mercados de hogaño que ahora dicen que nos han hecho pobres? ¿Si los mercados son tan perversos y carecen de escrúpulos -que lo son-, por qué no han castigado a otros países con la misma violencia? Y refiriéndonos a España, ¿si Zapatero -escoltado por el amnésico Rubalcaba- dijo hace unos años que íbamos a superar a Francia sabiendo que nuestro coche del progreso funcionaba con gasolina del ladrillo, con qué nuevo carburante económico pensaba adelantar su flamante coche al gripado automóvil francés? ¿Si entonces se atribuyó el mérito de la lluvia de qué se queja porque ahora le adjudiquen el fracaso de la sequía? ¿Cómo es posible que tres años atrás Gobierno, sindicatos y sesudos progres, sabiendo que nuestra economía, los puestos de trabajo, se debían a la construcción, demandaran más millones de inmigrantes para que no parara la fiesta del ladrillo? ¿No vieron la burbuja mientras disfrutaban del éxito? ¿O acaso cegaron algunos sus ojos con las opacas gafas de la subvención? Y toda la culpa esÉ de los mercados.

Pero claro, cuando la Europa seria, cuando los países responsables afean a Portugal, Italia, Grecia, Irlanda y España su forma de gastar dinero, de administrar recursos, su deficiente fiscalidad, el abultamiento de sus administraciones, los miles de cargos públicos por amiguismo, la economía sumergida, el absentismo laboral, el fraude, la corrupción, la duplicidad de servicios, las jubilaciones anticipadas, la pasividad de sus organismos reguladores y de supervisión, la falta de transparencia de las subvenciones y un largísimo etcétera que no cabría en las apretadas líneas de este artículo, la culpa es de los mercados.

En Grecia, sólo 300 vecinos de una zona residencial de Atenas declaran piscina privada cuando hay más de 20.000; se consideran de alto riesgo más de 600 oficios, lo que permite jubilarse con 50 años; hay gente en nómina fallecida hacía años; 5.000 familias de funcionarios muertos siguen cobrando pensiones de jubilaciónÉ En Italia, la mafia factura el 7% del PIB; hay jubilados con 29 años; el 25% de los contribuyentes declara vivir con menos de 16 euros al día; existen miles de jugosas pensiones vitalicias a políticosÉ ¿Y España? Vean: 5 millones de parados; 17 gobiernos autonómicos con Parlamento, Defensor del Pueblo, Consejo Jurídico Consultivo, Sindicatura de Cuentas, policía autonómica y decenas de miles de cargos públicos; diputaciones provinciales; concejales, asesores políticos de libre designación, chóferes, escoltas, coches, liberados sindicales; Congreso de los Diputados y Senado; Delegación del Gobierno en cada autonomía y subdelegación en cada provincia; delegaciones de ministerios; delegaciones autonómicas provinciales; televisión estatal, autonómicas y locales; miles de empresas públicas; nepotismo; el país con más kilómetros de AVE de Europa (lujo que no se ha permitido Alemania); 45 aeropuertos, la mayoría deficitarios o cerrados por falta de uso; obras faraónicas insostenibles; cajas de ahorro infectadas de enchufados políticos que las han llevado a la quiebra; embajadas autonómicas en el extranjero; 68 coches de lujo del anterior Gobierno de Castilla-La Mancha o los 15 millones de euros que la Generalitat Valenciana pagó a Calatrava por un proyecto que no se ejecutó. Eso sí, el despilfarro público no es delito y la culpa es de los mercados. ¿Qué pensarían ustedes dos de esos países si fueran alemanes? ¿SíÉ? Yo también. ¿Sólo los mercados? ¡Anda ya!