Dentro de la revista de prensa diaria, leo un artículo de Sánchez Dragó -no hace falta irse de corresponsal de guerra para constatar que ésta es una profesión de riesgo- en el que advierte que votará a Rajoy. Y cuenta que hace un enorme esfuerzo al tenerle echada la cruz desde que una noche el hoy candidato a la Moncloa se fue al programa de Buenafuente y él se quedó esperándolo en el plató. ¿Quién puede preferir el primo de Berto al autor de Gárgoris y Habidis? La gente, que es muy rara. Espero que el espacio radiofónico al que acudió ayer el amiguísimo de Rita y de Camps no coincidiera con otro plantón porque, conociendo lo poco que se quiere el hace algunas décadas ya hippy izquierdoso y hoy gran liberal, es capaz de impugnar las elecciones. Tenía decidido votar a Rosa Díez pero ha cambiado al necesitar España "un Gobierno sólido, compacto y contundente, y sólo el pepé puede dárselo. Confío en que saque usted mayoría absoluta. No es el momento de pastelear o cambalachear, sino de gobernar. Hágalo, empuñe las tijeras sin que le tiemble el pulso, siga los pasos y el ejemplo de Esperanza Aguirre y de Cospedal, olvídese de la condición dubitativa y no dialogue demasiado", le reclama el insigne desde su autoproclamado orientalismo espiritual. ¡Cómo han dejado las primas de riesgo a la espiritualidad, Dios mío! Rajoy en antena se olvidaba lo que podía de su condición dubitativa llamando mentiroso a Rubalcaba por asegurar que con los mil millones provenientes del impuesto de patrimonio se crearían 300.000 puestos de trabajo y evitó alardear de los que iba a lograr él según el Bertín Osborne del partido, de cuya confusión melódica suele emerger González Pons. "Luego dijo que lo iba a dedicar a Educación -atornillaba Mariano-. Todo eso es mentira. Lo que se recaude por esa vía va a las comunidades autónomas. Y unas lo dedicarán a la Sanidad, otras a hacer carreteras, otras a la Educación, otras a la actividad productiva"... Y otras a Bernie Ecclestone and company, no se te olvide.