El otoño, que empezará el próximo viernes, se anuncia frío en lo económico y caliente/borrascoso en lo que se refiere a la política. Continúa el temporal. La deuda que acumula la Generalitat Valenciana supera ya los 20.000 millones, vein-te-mil-mi-llo-nes que se dice pronto, y logra el preocupante privilegio de ser la más alta de toda España. Con semejantes cifras, que estremecen incluso a cualquier calculadora si se traducen a las viejas y olvidadas pesetas, no es de extrañar que asistamos a tiempos de fuertes recortes y de duros ajustes económicos. Lo preocupante es que el "apretón" presupuestario termine afectando a partidas que deberían ser poco menos que intocables. El arranque del curso escolar en Secundaria el pasado miércoles ha dejado entrever "goteras" en los centros públicos que se traducen por un lado en cientos de estudiantes que se quedan sin plaza debido a la saturación y, por otro, en la deuda que arrastra el Consell con los institutos al no ingresarles el dinero para los denominados gastos básicos. Ese exceso de escolares se atajará, con toda probabilidad, aumentando las ratios de alumnos por aula en centros que están ya masificados. Mala fórmula para solucionar un problema endémico. En Sanidad preocupa que hospitales como el de Sant Joan o en el General de Alicante mantengan 150 camas cerradas mientras hay 2.500 pacientes que aguardan una operación. Inconcebible. Y luego está la deuda de muchos ayuntamientos que les está obligando a entrar a saco para recortar gastos. Con el "tijeretazo" están saliendo a la luz denuncias de facturas de almuerzos, gastos de teléfonos, gasolina, etc. Se acabó la fiesta, como se explica unas páginas más adelante. Sin duda corren tiempos de tijeras y de encaje de bolillos. El traje que, hasta hace nada se rompía por las costuras, sigue encogiendo. Ha llegado la hora de los sastres de la economía para tomar medidas.