Está bien que cuando Antonio Banderas vuelve a España para hacer una película con un director español se convierta en noticia. Si el director es Pedro Almódovar, con más razón porque hace años que no trabajan juntos. Pero si la rifa pública a ver quién tiene la papeleta con el premio no tiene misterio ni tensión porque el actor, todo un caballero que sabe de qué va su negocio, se presta a todo, la cosa va perdiendo interés porque ya no sorprende verlo en esta o en la otra cadena. Quizá con una excepción. Imaginarlo, tan educado y cortés, en cualquier programa trinchera de la cadena del toro mendicante, esa monotemática de tertulias e informativos basura, extravagantes, y alucinógenos. O en la resucitada Veo TV, donde un estrambótico Carlos Cuesta, pelele al servicio del delirio de Pedro José Ramírez, volvió el lunes, ridículo, envuelto en una bandera española al son de la música de Rocky, es decir, como un boxeador dispuesto a todo.

El sahumerio que organizaron estuvo a la altura de la televisión manipulada, pero esta gente, de ilimitada desfachatez, aseguraba que volvía del negro y la vergüenza de la Teletienda para conquistar las cumbres nevadas de la televisión de calidad. Amadrinó el amaño Mariloli Cospedal. Una putada que no luciera mantilla y peineta. Bien. Menos en estas bacanales ultras y de egos desatados, Antonio Banderas ha pasado por todos los programas. Hizo su papel en El hormiguero, estuvo a la altura de Los desayunos, se ha sentado con las chicas de Mariló Montero, Cayetana Guillén Cuervo contó el sábado con él en Versión española al pasar Átame. Y hasta Pilar García y José Manuel Leiras lo invitaron al primer +Gente de La 1. Pero niño, ya vale. Hala, que Melanie está sola.