Hay algo en las locuciones de Redes que delata hasta qué punto buena parte de sus contenidos, en lo que a reportajes se refiere, están traducidos del inglés. "Qué productos las personas compraremos", se preguntaba la voz en off en la entrega dedicada a las redes sociales. Sirva como botón de muestra el recordatorio de esta frase minúscula, con semejante construcción, para evidenciar cómo los mensajes se repiten de forma mecánica, como si nadie filtrase los contenidos.

Así se explica, o así explico yo, por ejemplo, cómo la línea editorial del programa ningunea la existencia de la homosexualidad. Para Redes, en diez años de programas grabados en el plató, y otras noventa y nueve entregas concebidas con entrevistas en exteriores, la única sexualidad que se explica es la heterosexual. La de los machos y las hembras que han nacido con el único fin de reproducirse. Se hable de psicología evolutiva, de felicidad o depresión, de educación y conocimiento o de redes sociales, me llama poderosamente la atención que algo tan básico sea excluido de la mirada de quienes analizan el universo y el universo de las personas. Omisión que en ningún caso quedaría paliada con un programa dedicado a una cuestión que debería sobrevolar, de un modo transversal, todos los temas tratados a lo largo de los últimos doce años.

Lo que quiero decir con esto es que siempre hay que relativizar. Andar con cautela. Hasta con los de Redes. No hablemos ya de lo que nos cuentan en los informativos. De todo se aprende. Pero sin tomar nada al pie de la letra. Como decía Anthony Blake al final de su espectáculo, no hagan mucho caso; casi todo es producto de nuestra imaginación. Nos valen las pistas y las orientaciones, claro que sí. Pero al final, apliquen sus recetas. Nadie se conoce tanto como uno mismo.