Una vez clausurada la campaña electoral tras el debate del lunes y a la espera de que la mandíbula de González Pons se descoyunte o Bono repita en Murcia que el trasvase es prehistoria para así dinamizar las expectativas de sus compañeros, urge mencionar una consecuencia inherentemente mortífera de los debates: las tertulias posteriores. Excepto Tele 5, volcada en sus proyectos de alfabetización colectiva y reforestación con alcornoques, todas las cadenas prolongaron la velada con una quermés que convocó a la plantilla habitual de comentaristas que se desplazan por cinta transportadora de un plató a otro. Antes de la llegada de estas tertulias, el miembro ausente de la familia era el negrito de Cola-Cao; hoy es un tertuliano que ha desayunado con un diputado, almorzado con un banquero y cenado con un ministro, una investidura gastronómica que le permite referirse constantemente a "mis fuentes" para explicarnos la tabla de multiplicar.

La madrugada del martes no fue distinta a la de cualquier otro día. Un alma caritativa podría haber esperado que la trascendencia del momento modificara el sonsonete habitual. Quia. Salvo el fascinante ejemplo de un par de camaleones que mudaron la piel de la inminente derrota hasta confundirse con la asistenta de Rajoy, el resto interpretó su papel como el coro de Santo Domingo de Silos canta las horas canónicas: sin sorpresas. Para unos, Rubalcaba seguía siendo el alumno aventajado del colegio Nuestra Señora de las Tinieblas; para otros, Rajoy conservaba sus aires de haragán que ni siquiera ha leído su propio programa y muestra los instintos de Atila cuando le mencionan a ancianos, bachilleres, enfermos y desempleados. Recordaba demasiado a las otras tertulias, las deportivas, en que un "hooligan" con barretina presume de no ver nunca los partidos del Real Madrid y otro con el rostro de Bernabéu tatuado en el pecho asegura que el mejor centrocampista del mundo no es Xavi, sino un vietnamita que juega en el Castilla.

No es un alegato contra las tertulias (es improbable que el obispo Tertuliano previera estas romerías), sino contra la costumbre hispánica del chismorreo insustancial y las comedias bufas. Aunque sepamos que la mayoría de espectadores escucha lo que quiere escuchar y no las impertinencias de quien piensa de otra forma, hablamos de presuntos creadores de opinión con uniforme reglamentario de propagandista. Durante los últimos quince años, y dependiendo de las anteojeras políticas que usaran, han negado o denunciado la burbuja inmobiliaria, hablado de proceso de paz o de rendición, despreciado o exagerado la crisis económica, y defendido o vituperado que la cabra de la Legión dé saltitos por las montañas afganas y no por el desierto iraquí. Con idéntica veracidad de sentimiento y propósito constructivo. En otras palabras, son un lujo irrazonable que justificaría la desinhibida programación de Tele 5 si no fuera porque nunca nos habíamos aproximado tanto al abismo. Pero ellos logran parecer clones de Mary Poppins cantando "supercalifragilísticoespialidoso". No, no está en el diccionario.