El sábado salieron del puerto de Alicante los seis veleros que durante nueve meses recorrerán los mares hasta llegar a su primer destino, Ciudad del Cabo, a 6.500 km de distancia y veinte días de navegación. Los barcos que participan en la actual edición de la Volvo Ocean Race (Vuelta al mundo a vela) deberán sortear vientos y tempestades hasta llegar al puerto irlandés de destino, Galway, tras dar la vuelta al mundo, en el mes de Julio de 2012, final de la vuelta. ¡Qué maravillosa aventura! Y no menos hermoso fue ver la salida de los barquitos ante 60.000 alicantinos y visitantes, acompañados por otros trescientos barcos anclados en la bahía y que quisieron despedir a los intrépidos navegantes. Todo un espectáculo. Me imaginaba por un momento lo contentos que estarían Rubalcaba y Rajoy de haber podido embarcarse y así huir de ese debate televisivo que mantendrían dos días más tarde, el primero en el barco de Telefónica y el segundo (más aventurero) en el barco australiano, saludándose moviendo la manita y cantando coplas: "Somos como dos barquitos que se cruzan en el mar, y adiós con el pañuelito me decías al pasar". Hasta que fueran rescatados por sus gorilas en sendos helicópteros y allí terminarían la canción: "Adiós, barquito de vela, galeón de mi querer; tu bandera y mi bandera ya no han de volverse a ver".

Nuestra ciudad ha disfrutado de tres semanas de animación en todos los sectores: hoteles, restaurantes y comercios vieron incrementados notablemente sus ingresos, y Alicante tuvo mucha más vida y animación de lo habitual. Así que un servidor, que tanto ha criticado los grandes eventos (al día siguiente, domingo, se celebraría en Valencia el Gran Premio de Motos GP), no tengo otro remedio que admitir los beneficios económicos y sociales que dichos eventos proporcionan, concluyendo con que resultan a la larga beneficiosos.

Claro que la cuantificación de dichos beneficios es muy difícil de hacer, y seguramente es pequeña si se compara con la inversión que suponen, aunque tengo entendido que el gasto para Alicante ha sido mínimo si calculamos el que suponen las carreras de motos para la capital del reino. Así que el Molt Honorable Senyor Albert Fabra, nuestro flamante Presidente, defiende el mantenimiento de esos eventos a pesar de la situación de las arcas de la Comunidad. Y puede que tenga razón, hay cosas que no se pueden medir exclusivamente en dinero. Estamos acostumbrados a que Valencia salga beneficiada, casi siempre, de una gran propaganda a escala mundial; por una vez Alicante ha tenido suerte y será por unos años el punto de salida de la carrera de veleros más famosa del mundo: y tengo entendido que los participantes y visitantes están encantados con que así sea. ¡Qué sería de la moral de los españoles sin el espectáculo del deporte! Pero lamento volver con la eterna canción de la cultura y los agravios comparativos. Los recortes en las dotaciones económicas a la cultura son desiguales, y para muestra un botón: la aportación al MARQ de Alicante ha sido un 40% menor de lo percibido hasta ahora, y mucho mayor que la sufrida por otros museos valencianos. Es solo un botón de muestra, pero hay más; el Auditorio Provincial de Música todavía está sin percibir la ayuda firmada para su construcción, y en cuanto a su programación y su futuro no sabemos nada. Dos botones de muestra, pero de los caros. ¿Por qué estas diferencias? Parece lógico pensar que si toca apretarse el cinturón deberemos hacerlo todos y proporcionalmente. O decir como dice el dicho: todos somos iguales, pero unos más iguales que otros. Es decir, hay que insistir, que "ya se fueron los barquitos al agua pa navegarÉ"

La Perla. "Vota por el candidato que menos prometa; así quedarás menos defraudado" (15M).