No era más que un arma de desgaste al gobierno de España. El aparente interés por las necesidades de los agricultores alicantinos, de cuya buena voluntad se ha aprovechado durante años el Partido Popular, solo era una maniobra más para acosar al PSOE y al presidente Zapatero, bajo la consigna del todo vale. Una táctica comparable a otras, como la de la nunca confirmada fragmentación de España o la supuesta fortaleza de ETA frente a un estado acorralado que han venido argumentando hasta hace pocas semanas.

Y ahora se ve la verdadera dimensión de lo que ha sido una lucha artificiosa -la guerra del agua- cuya única aspiración, lejos de buscar el asentamiento de una de las bases de nuestra economía, era un filón para hacer caja electoral. Un filón en el que muchas instituciones públicas han sido utilizadas, invirtiendo millones de euros que eran de todos en la propaganda agitadora que se escondía detrás de tantas declaraciones amparadas bajo el eslogan del AGUA PARA TODOS. Una buena parte de las instituciones que han sido utilizadas para este fin, han sido los ayuntamientos: El PP ha venido desde hace más de ocho años presentando en cada uno de los municipios de esta provincia, propuestas en las que solicitaba el pronunciamiento en pleno sobre el trasvase del Ebro.

¿Qué les va a decir el Partido Popular ahora a los miles de agricultores alicantinos que les creyeron? ¿Qué excusa van a dar tras conocerse el evidente engaño al que han sometido a la sociedad alicantina? ¿Amnesia? ¿Olvido?

Abandonar definitivamente la idea del Trasvase del Ebro como lo ha hecho el Partido Popular, al no incluirlo en su programa electoral, sería loable. Teníamos y tenemos razón quienes, desde dentro y fuera de España, hemos calificado la idea de inviable e insostenible, por antieconómica y antiecológica.

Pero, junto a ello, olvidar la defensa del trasvase Tajo-Segura, que los socialistas hemos mimado y que constituye el 60% del aporte hídrico necesario para nuestra agricultura es, sencillamente, un dislate.

Así que el cambio de actitud y estrategia sobre el Ebro no se debe a un repentino ataque de objetividad, que en el PP no constituye un objetivo, sino a la sumisión a los intereses jerárquicamente superiores del partido y de otras regiones, que arrasa con la idea de la solidaridad interterritorial. El PP valenciano tiene un serio problema, la bandera del trasvase del Ebro, que tantos días de gloria les ha proporcionado, ha quedado olvidado, y ya no parece ser tan importante para el desarrollo de uno de los ejes de nuestra economía.

Los socialistas hemos continuado, entre el injusto abucheo, con nuestra política hídrica acertada. Gracias a nosotros, no se recuerdan cortes en el suministro y la agricultura alicantina ha quedado abastecida incluso bajo severas sequías. En ese contexto, cuando los socialistas de esta provincia proponíamos un pacto global por el agua, lo hacíamos desde la responsabilidad, pero se nos interpretaba como a náufragos buscando una tabla de salvación y, lejos de toda racionalidad, se nos pretendía hundir, buscando el interés partidario. Hoy, todo eso queda al descubierto. Y lo hace en toda su miseria.

Y, puestas las cartas boca arriba, desde nuestra postura de defensa firme del Tajo-Segura, volvemos ahora a tender la mano como siempre lo hemos hecho, porque no podemos condenar a nuestra agricultura a la defunción que el PP le tenía secretamente preparada y que estamos decididos a frenar.