"La escuela de la desobediencia". Teatro Principal de Alicante. Dramaturgia: Paco Bezerra. Dirección: Luis Luque. Producción: Andrea D'Odorico.

Uno de los escritos licenciosos del italiano Pietro Aretino, los diálogos putañescos de Ragionamenti, una novela dialogada del s. XVI que reflexiona sobre la estrecha y difícil situación femenina en una época donde sólo se podía aspirar a casarse, a ser monja o cortesana, además de un libro erótico del XVII, Escuela de doncellas o la filosofía de las damas, atribuido al francés Michel Millot e inspirado en la anterior obra, alimentan la dramaturgia de Paco Bezerra en La escuela de la desobediencia. Las actrices María Adánez y Cristina Marcos interpretan la discusión de dos primas sobre temas sexuales en la simplicidad de un espacio dominado por el color rojo como símbolo de la pasión ardiente y del peligro. La primera es la inocencia personificada. La segunda, una viuda y avezada en estos asuntos, da lecciones clandestinas de sexo a la más joven con la idea de que rompa el marco reducido de una realidad con destino al convento, por decisión paterna, y de estimularle la aptitud de pensar por sí misma. Este canto a la libertad, al amor y el homenaje al placer supusieron la hoguera para los ejemplares del libro, salvo algunas copias que alguien con inteligencia rescató, y la triste condena a la horca para Millot. Los tiempos cambian, pero el testimonio y la liberación global de la mujer laten, especialmente si pensamos en aquellos países en los que las mujeres están reprimidas o marginadas respecto al varón. Aquí las protagonistas desobedecen y hacen lo contrario. La obviedad se explica detenidamente y con un sentido figurado en una mezcla entre el lenguaje vulgar o explícito y la creatividad literaria. Eso sí, en la adaptación dramática no ocurre casi nada. Es puramente dialéctica y adquiere una mínima forma teatral por la desenvoltura de María Adánez y Cristina Marcos. La deliberada ingenuidad de Adánez y su posterior picardía, después de su primera relación sexual y gracias al desparpajo del personaje asumido por su compañera, resultan convincentes. Luis Luque las ha dirigido de ese modo eficaz. La soprano Rosa Miranda y la viola de gamba de Sofía Alegre aportan algunos bellos rasgos teatrales con la música de Luis Miguel Cobo.