Hace tiempo que quería expresar en papel mis sentimientos ante el horizonte incierto que la historia del sindicalismo nos presenta.

Empezaré dejando claro que estoy a favor de la libertad sindical, como no podría ser de otra manera, ya que me considero una demócrata defensora de los derechos que nos marca la Constitución Española, en este caso que nos ocupa, los establecidos en los art. 7 y 28 de dicha Constitución, pero no por ello debo seguir negando la evidencia.

Es un hecho que, en el contexto histórico, los primeros sindicatos surgieron como grupo de presión ante la explotación del capitalismo y la conquista del reconocimiento de un Derecho del Trabajo que propiciara un mínimo de justicia social, todo ello tras una Revolución Industrial que despertó la conciencia colectiva de las masas obreras tomando acciones de defensa, uniéndose solidariamente, ante la lucha que tendrían que emprender para conseguir, con el paso de muchos años de disputas, los derechos de los que disfrutamos las generaciones de hoy en día.

Desde que en 1868 surgiera el verdadero asociacionismo obrero favorecido por las leyes de libertad de asociación y reunión mucho ha llovido y no todo bueno, debido en parte a la complacencia, tanto de los gobiernos como de los sindicatos, así como la división ideológica que en la actualidad existe.

En esta nueva atmósfera de cambios debido al modelo neoliberal que influye de una manera importante en la economía, la política, las ideologías y lo que es más importante en el bienestar social, cabe detenerse un momento y reflexionar sobre algunos aspectos que nos pueden ayudar a verificar si la filosofía de los movimientos sindicales está sufriendo una metamorfosis o simplemente ha entrado en crisis.

La visión revolucionaria que tenían los sindicatos del siglo pasado se ha visto distorsionada, al menos en España, por los cambios políticos, así como la vinculación existente entre los líderes de los sindicatos llamados de "clase" con los dos partidos que han gobernado en nuestro país en democracia, no en vano podemos observar nombres de políticos actuales que han crecido en la "cantera" de alguna de las históricas formaciones sindicales.

A nadie se le escapan las prebendas que a lo largo de los últimos años han obtenido los "grandes", según ellos por derecho, desvirtuando la verdadera conciencia sindical, lo que ha hecho que se ponga en tela de juicio su credibilidad, dando paso a sindicatos independientes con otras miras a la hora de hacer realidad la Acción sindical.

Estos sindicatos "pequeños" se han constituido en interlocutores validos a la hora de satisfacer los intereses de los Trabajadores en sus centros de trabajo, por la proximidad en su acción diaria y por estar desvinculados de cualquier partido político, por lo que, la mayoría de éstos se encuentran fuera del panorama de recortes que se están llevando acabo en la actualidad, con respecto a las prebendas de las que hablaba con anterioridad.

Como he dicho antes, debemos reflexionar sobre los cambios que se están produciendo en nuestra sociedad, cuya decadencia de los "grandes" es evidente, apoyada por los Gobiernos a los que les interesa el descrédito sindical; Esto nos arrastra a nuevos escenarios laborales actualmente en crisis, los cuales a pesar de ser complejos, marcan como referencia elementos de solidaridad, unidad, conciencia de clase, voluntad de lucha y dignificación del trabajo. Todo ello requiere de una actividad no atrapada en el pasado, sino de una actividad consciente que utilice el pasado como punto de partida para transformar la realidad de los cambios.

Para ello el papel de los "pequeños" es muy importante ya que nuestra capacidad de acción no esta vinculada a la compra de voluntades lo que nos ayuda a velar por el respeto de los derechos laborales, así como el reconocimiento de la libertad sindical, ambos soberanos del pueblo e intocables para el Estado.