El Ayuntamiento de Alicante ha lanzado la idea de crear una ruta romántica. Se veía venir. Lo digo en el buen sentido, que conste. El punto de partida sería la plaza de Gabriel Miró. Cuando me encontré en un velador de los que la pueblan a uno de los vecinos más críticos con la ciudad degustando el ambiente que la envuelve, me dije: se ha conseguido. La placita está para comérsela. No hay que dejar de cuidarla, eso sí. Y a los ficus, tampoco. La presencia del Colegio de Arquitectos, la reforma de Correos aunque cada vez se escriban menos cartas, qué le vamos a hacer, y la compañía entre otros de María Luisa Rivera con su Sastrería, de Mateo Simón en el Tapenot a los que se ha unido César Anca confieren al rincón el magnetismo del que durante una larga época careció a pesar de la presencia imponente con que cuenta. Pero, antes ya de esta ruta que se pretende inspiradora aprovechando la huella del propio Miró, de Arniches, Figueras Pacheco y Sellés, el centro estaba emitiendo señales de recuperación: la peatonal Castaños con sus diferentes articulaciones; el entorno de la Catedral; la ascensión a Santa María donde me consta que está ganando fuerza quedar a desayunar para contemplar la basílica y, a continuación, introducirse en el universo nuevo creado para el artista de Onil... Hasta la bajada de tensión de la luz dota a la Rambla de una atmósfera que a mí desde luego me resulta sugerente. Como decía Carmen Mateo, una lectora siempre atenta, resta que se atienda a la Explanada. Denuncia que la instalación prácticamente fija de puestos pervierte el paseo. Lleva razón. Gran parte del año, la postal de Alicante permanece oculta por esta cuestión. Ella misma sugiere el gran vestíbulo de la estación de autobuses recién jubilada para acoger a los vendedores. No es mala idea, aunque ahí va a otra: el puerto. Ésta es más atrevida porque debiendo salir de una negociación de Castedo con Ripoll habría que rezar por el destino final de los comerciantes. Para no agobiarse, sería cuestión de incluirlo en la ruta poética. Tranquiliza de algún modo que adoquín rime con Joaquín.