Hace tiempo que decidí ponerme enferma lo menos posible, diga lo que diga mi cuerpo. Es por simple prevención tras seguir el día a día de la sanidad en esta Comunidad. Sé que hay magníficos profesionales y he tenido la oportunidad de encontrármelos cuando lo he necesitado, pero no puedo evitar desconfiar de una política que apostó hace muchos años por la sanidad privada y por no dotar adecuadamente ni de personal, ni de material de última tecnología a los hospitales públicos. Había dinero y no importaba gastarlo en convenios con las clínicas privadas para eliminar unas listas de espera que no solo no se han erradicado, sino que siguen en claro crecimiento. Ahora ya no hay dinero, pero como no se quiere reconocer que hay recortes en sanidad, porque esto supone admitir que no se presta el servicio a los ciudadanos que se debiera, se inventan argumentos cínicos y peregrinos para tratar de justificar que con una lista de espera de más de 2.500 pacientes para ser operados en Alicante y comarca, los dos hospitales de la zona mantienen sin usar 150 camas. Dicen que no hay suficientes enfermos. Encima, pitorreo.