Qué no vería Enrique Ortiz entre el encapotado cielo que ha cubierto el Rico Pérez toda la semana para que en plena descarga eléctrica aceptara, sin rechistar, una tras otra, las exigencias de Sergio Fernández. A saber:

1.-Poder absoluto en la parcela deportiva amparado con el cargo de manager general.

2.-Ligar la duración de todos los contratos de la parcela deportiva al suyo.

3.-Control de la Fundación, cambios en la gerencia y designación de un responsable señalado por el manager general con poderes y firma.

4.-La firma de todos los contratos del fútbol base que queden por rubricar, frenados en su día por el administrador de la Fundación, Miguel Carratalá.

5.-Presupuesto de la Fundación cerrado y dotado al cien por cien para asegurar las nóminas de los técnicos.

6.-Control y representación del club en la parcela relativa a la Liga de Fútbol Profesional....

Puede, incluso, que haya alguna más, pero quizá no las suficientes para paliar el agrio sabor que invadió a Sergio Fernández cuando terminó la rueda de prensa y se encerró para llorar tras constatar como nunca antes en esta tormentosa semana que no estaba haciendo lo que le pedía el cuerpo, tras padecer con crudeza un desajuste entre lo que pensaba y lo que hacía, martilleándose con la idea de haber cometido traición al no tomar el mismo camino que Palacio, Huerga y Quintanilla. El caso no ha tenido el final feliz que aparenta. Detrás de la cortina han quedado cadáveres que han salido de la escena pese a ser ellos los que propiciaron el actual decorado. Piezas de un tablero que ahora luce menos para completar una partida que comenzó a fraguarse en mayo, una vez el Hércules dio con sus huesos en Segunda, con una estrategia que los protagonistas bautizaron como "el plan del Regina", en alusión al restaurante de la Playa San Juan donde, en torno a una de sus mesas y ante un suculento cocido, Juanjo Huerga, muñidor silencioso del proyecto, expuso a Perfe Palacio la maniobra para sentar las bases con las que reinventar y reflotar una nave encallada y destruida. Sabedor de la estrecha relación entre Ortiz y Palacio, Huerga dio protagonismo al primero solicitando que fuera él quien convenciera al que con antelación ya estaba convencido, aunque, buen conocedor del paño, esperaba la petición, ruego o súplica del dueño del cortijo para meterse en harina. Creada la sociedad, la nueva pareja fijó como objetivo elegir a los pilotos de los nave. En ese espacio, de nuevo Huerga tomó la delantera para señalar a Sergio Fernández por encima del ex valencianista Juan Sánchez, baza que Perfe puso encima de la mesa. Las dudas se disiparon en un encuentro en el hotel Hesperia, donde Palacio conoció personalmente a Fernández y de donde salió con una frase para la historia: "Este es nuestro hombre".

Con las ideas claras, llegaba la miga: Convencer a Ortiz para contratar a Sergio quien, probablemente, colgaría a su espalda a Juan Carlos Mandiá, en ese momento la bicha innombrable en el despacho de Cívica. Enrique podía tragar con Fernández, pero bajo ningún concepto aceptaba al gallego, al que le puso la cruz cuando abandonó el Hércules para fichar por el Racing de Santander. Por medio, además, se escuchaba a Valentín Botella, que no quería ni a uno ni a otro ("y si vienen, dimito", llegó a decir). Solución: aplicar la teoría del atraque, un procedimiento bautizado por Huerga que hace referencia al estacionamiento de los barcos en un reducido lugar del muelle: "Primero se da un golpecito a la izquierda, después otro a la derecha; izquierda, derecha; derecha, izquierda... hasta que entra". Pues así, con calma, sin ruido y sin discusiones...con ustedes: ¡Sergio y Mandiá! Si no querías caldo, dos tazas.

Con esos trazos surgió la nueva etapa, que no sólo se centró en el presente sino que también comenzó a darle vueltas al futuro. Los planes se miraban en el espejo del Bayern, una vez que Palacio y Huerga vieron en Fernández al Beckenbauer del Hércules. La idea era acabar de pulir al director deportivo con cursos de gestión administrativa y convencer a Ortiz para que el leonés asumiera la presidencia ejecutiva del club. La forma de proceder era clara: El nuevo "kaiser" dispondría de un presupuesto cerrado para planificar, obraría según su parecer y al final del ejercicio rendiría cuentas deportivas y económicas al dueño. Un buen modelo que funciona en Munich y que hace unos cuantos años llegó a proponer el ex directivo Fernando Andrés pensando en Eduardo Rodríguez como rey para ese trono en Alicante.

Por ahora falta escribir el final. Pero valga el dato que al poco de empezar hay llantos y heridos.