Luis, el amigo de los periodistas, nos ha dejado sin avisar. Por eso su muerte es más dolorosa, porque no la esperábamos. Quien ha trabajado en esta profesión de intentar contar la vida sabe muy bien que Luis Sanchiz siempre fue un salvoconducto en la desesperanza y en el desconcierto. Muchos pasamos por aquella su casa en busca de auxilio, bien lo sabe él donde ahora esté, por aquella desvencijada oficina de la Avenida Chapí de los años 80-90, sede de la Asociación de Fabricantes de Calzado del Valle de Elda, aquel local que parecía estar a punto de cerrar sus puertas. Y siempre encontrábamos su tiempo y su comprensión para intentar dar un titular a nuestros jefes y a nuestros lectores. Lo sé yo, pero lo saben muchos compañeros de entonces y de ahora que podrían, seguro, decir esto mismo o parecido. Porque treinta largos años, querido Luis, es media vida al servicio de lo que más querías y más sabías: el calzado. Por eso será que la muerte te pilló por sorpresa y trabajando en lo que más amabas.

Pasaron por Elda los alcaldes de uno y otro signo político y con todos ellos supiste trabajar, porque entendías que siempre era mejor el acuerdo que el enfrentamiento para la búsqueda de los fines a los que te debías. Pasaron los sindicalistas, los empresarios que por entonces abrían y cerraban empresas casi por días, y también para todos ellos siempre tenías una puerta abierta al diálogo, una mano amiga, en los buenos momentos y en los no tan buenos, que es donde realmente se mide a las personas. Pasamos muchos, ya está dicho, pero tú siempre permaneciste allí como un puente que unía territorios desconocidos. Quizás porque intuías, sin saberlo, que sin ti el mundo del calzado ya no sería igual... Como no lo va a ser a partir de ahora.