Lo de Ripoll al Puerto de Alicante no es sino un ejemplo más de la visión patrimonialista que los políticos españoles tienen de la función pública, de la apropiación de todo por los partidos atendiendo a sus propios intereses. Ripoll es tan experto en materia portuaria como Cristiano Ronaldo en cirugía vascular, lo que, desde luego no es óbice para que le sea entregada la presidencia de un organismo tan importante para nuestra economía. El elemento determinante para los nombramientos, en todos los partidos, no es la ciencia, ni siquiera la experiencia, sino los apaños internos, el reparto de cargos, la permanencia eterna en el reino de la mamandurria.

No me voy, pues, a rasgar las vestiduras por lo de Ripoll cuando tenemos ministros tan profanos en lo suyo como él mismo, diputados autonómicos expertos en el cohecho y la prevaricación, especialidad en la que son consumados profesionales, diputados nacionales de una ignorancia rayana en el insulto. Tanto les da a unos y otros. Y si no creen lo que les digo, esperen a ver las listas electorales que nos van a ofrecer en las que seguirán los de siempre, incluido el artificialmente inmarcesible y críptico Ángel Franco. Miedo me da verlas.

Por eso no entiendo tanta inquina hacia Ripoll. El hombre solo lleva treinta años en política y por la manía que le tienen algunos, no lo habían hecho diputado autonómico a pesar de estar imputado, lo que atenta claramente al principio de igualdad, pues creo que es el único cargo del PP no ascendido por méritos procesales. Con lo que le han hecho, qué menos que darle un Puerto. Además, que el paro es muy malo y el ocio mueve montañas, lenguas, remordimientos y siempre da disgustos. Ripoll ha acreditado, a mayor abundamiento, una gran dosis de austeridad, no en vano, según informes policiales, sólo sacó veinte euros del cajero en dos años y veinte euros para pasar dos años no lo hace cualquiera. Con solo ese dato yo lo habría hecho presidente del Gobierno.

Ripoll tiene, eso es verdad, un problema muy particular que, sin serle tampoco atribuible en exclusiva por ser muy común, sí forma parte de su idiosincrasia al adquirir en él tintes excesivos. Y es que es muy dado a la generosidad con lo ajeno, de forma que suele rodearse de cientos de asesores que no sirven para otra cosa salvo para demostrarse a sí mismo su bonhomía, pues asesorar lo que se dice asesorar no asesoran. Qué le vamos a hacer. Cada uno es como es, aunque el Puerto no creo yo que esté para tanta generosidad como antes acreditó y deberá refrenar esos impulsos que solo buscan, no seamos tampoco perversos, reducir las cifras de paro.

Lo cierto es, sin embargo, que si los ciudadanos dejáramos de votarles por estas nimiedades -no tener ni idea de lo que hacen, ni saber nada de nada-, cuando damos nuestro apoyo a sujetos con trajes a rayas o en expectativa de destino carcelaria, las mesas electorales podrían reducirse a una por provincia y aun así a las cinco podrían marcharse a su casa por falta de concurrencia.

Ejemplos de la ignorancia los hay a miles, aunque, por su proximidad debemos destacar aquí el nombramiento como consejeros del Consejo Jurídico Consultivo valenciano de Camps por el PP y de Pla por el PSPV, ambos licenciados en Derecho, pero no juristas, que no es lo mismo. Si al menos los designados para puestos inmerecidos -hoy demasiados-, se limitaran a ejercerlos con cierta humildad, casi con vergüenza, la cosa podría, si no aceptarse, sí al menos asumirse con esa necesaria comprensión democrática de los defectos inherentes e inevitables del sistema. Pero, no. Van por la vida ufanos, orgullosos, soberbios por el cargo conseguido, al cual, misteriosamente, suelen sumar otras decenas de prebendas en forma de presidencias en consejos de administración, fundaciones, etcétera, de las que sacan otro pico. Tampoco saben nada de estas lides y materias, pero mandan, que es lo que importa, cobran, que es de lo que se trata, y enchufan a amiguetes, reproduciéndose así como esporas, además de no responder nunca de la quiebra a la que suelen llevar todo aquello en lo que meten la mano. Aquí tenemos el ejemplo de la CAM a la que se han cargado concienzudamente, poco a poco, sin pudor y sin remordimiento.

Termino, pues, reclamando comprensión para Ripoll. No es justo que se le exijan a él más condiciones que a los demás, ni una ética superior. Al fin y al cabo es el presidente provincial del PP por decisión democrática, es decir, el mejor de su partido según la mayoría que lo votó. O al menos se supone.