Es tu bar, tu lugar, tu familia en realidad, es Cheers, canta con esa voz gangosa, para mí insoportable, el muy afamado, incluso deseado como chisme erótico, incluso elevado a categoría de actor en Cuenta atrás -Cuatro-, Dani Martín. Ahora canta la sintonía de la adaptación española de Cheers, la serie que tanto gustó cuando se emitía en el neolítico televisivo. Se estrenó el domingo en la tele de los acorralados. Unos, gente zafia, en un corral de verdad. Otros, actores conocidos, en el bar donde "gente como tú se encuentra en familia". Supongo que sí, que si vas mucho al mismo bar te encuentras como en casa. No soy de bares, así que me quedo solo con la serie, con lo que veo en ella ahora, y ni siquiera tengo la fácil tentación de compararla con la original. ¿Fácil? Para mí sería un imposible. Apenas tengo recuerdos. Y no porque me falte edad.

He comprobado con los años que cuantas más series, programas, o concursos veo, más rápido se diluye el producto en mi memoria. Al ser muy poco mitómano, ninguno de los personajes de Cheers tiene un huequecillo en mi vida. Lo de Telecinco no me mata, y ni siquiera la presencia de Chiqui Fernández, nacida para el drama y la comedia -véanla espléndida, derrumbada y tierna en Mujeres, que La 2 vuelve a emitir- será motivo para ver las entradas y salidas de Antonio Resines o Pepón Nieto al bar que regenta Alberto San Juan. No me interesa. Y eso de las risas enlatadas es para salir corriendo. Resistí un rato viendo la comedieta, más de lo razonable. Tuve hasta alucinaciones. Cuando vi aparecer a Ana Belén me dio un latigazo el corazón porque la confundí con Ana Botella. En resumen.

Ya sé lo que será para mí Cheers. Chin, chin, y adiós.