Tras licenciarse en la Universidad de Alicante en Traducción e Interpretación de alemán, mi hija se marchó a Escocia. Dirán ustedes: "Pues, sí que salen orientados. Por la misma regla de tres, si llega a estudiar chino termina en Canadá, ¿no?" Comprendo que estemos todos con los nervios a flor de piel, pero en este caso tiene una explicación. La chavala había dejado de lado el inglés para centrarse en la lengua de los teutones que debe ser más fácil que traspasar un negocio ahora mismo en Atenas. Allí se ha chupado una nueva licenciatura en Idiomas, especie de título de grado, de dos cursos más proyecto incluido, cuyo coste total ronda las 4.000 libras, pero que le ha salido gratis al igual que ocurre en los centros universitarios de Edimburgo con todos los cursos a tiempo completo siempre que seas estudiante de la UE. En cambio, si eres inglés o galés tienes que apoquinar, no me pregunten ustedes por qué, aunque se confirma que debajo de la falda los escoceces no llevan nada y es fácil que sea porque les sale de ahí. Una vez terminado aquello, la semana pasada inició, no ya en la Uni sino en un College, un curso hasta enero de Asistente de Apoyo en la Educación, con prácticas y todo, nuevamente sin coste alguno para el alumno. Nada de becas del ministerio, sino la misma historia descrita con anterioridad a la que hay que añadir que también se les descarga de impuestos municipales de la vivienda. Una vez obtenga el título estará capacitada para trabajar tanto en Primaria como en Secundaria, puesto que todas las clases de 28 alumnos y de menos cuentan con maestro titular y asistente, que no necesita que aquel tenga que cogerse la baja para entrar en acción. Está por resolver lo que ocurrirá en el futuro en cada país, pero ésta es todavía la apuesta escocesa por la Educación en plena crisis, unos parámetros desconocidos en nuestro sistema incluso cuando atábamos los perros con longaniza. Fabra, Esperanza Aguire, Artur Mas y los próceres en general sabrán qué generaciones pretenden incubar. Lo único que puedo advertirles es que la niña el domingo no pensaba en otra cosa que en volver. Es que estaba aquí, claro.