Cuando oigo hablar a alguien explicando la causa de la crisis, en singular, desconecto y dejo de escuchar. Si alguien me propone causas complejas interconectadas, aun difíciles de entender, pongo atención. Porque algunas cosas, como dice Umberto Eco, son confusas por naturaleza y hace falta tiempo y reflexión para empezar a entenderlas. No sirve de nada eliminar la confusión con una simpleza para tranquilizar a la razón.

Proponemos entonces desagregar la crisis en dos niveles de comprensión. Primero dejar claro lo que tenemos delante: la crisis se manifiesta violentamente sobre todo en el mundo financiero. Segundo intentar ver lo que está oculto: el capital financiero da la espalda al descubrimiento de nuevas tecnologías que sugieren un crecimiento extraordinario y rápido, y rentable a medio plazo, de nuevos sectores.

Ahora estamos concentrados en lo espectacular. Es muy llamativo ver como el capital financiero se mueve poderoso por volumen, pero ebrio, descolocado, tambaleante buscando la centésima diferencial de rentabilidad. El capital financiero noqueado, no sabe invertir, y como un boxeador grogui se apunta a "lo que sea" con tal de tener un poco de rentabilidad.

Pero de forma silenciosa y menos notoria se está produciendo una profunda revolución tecnológica y productiva: Nano, bio, energía, medio ambiente, computación en la nube y otras nuevas tecnologías interconectadas están dando paso ( o deberían estar dando paso) a nuevos sectores de rápido crecimiento y al "rejuvenecimiento" de otros tradicionales. Pero para que estos desarrollos tecnológicos lleguen a crear valor se necesitan condiciones socio-culturales que hagan que se invierta en estos nuevos sectores. Hace falta pedagogía para hacer entender que hay que financiar el cambio de modelo productivo de manera paciente, con formación, nuevas habilidades y destrezas, nuevas formas organizativas y de gestión y lograr así la difusión y penetración de la tecnología y convertirla en innovación y valor. Sin embargo el capital financiero no confía en estos sectores nuevos y se refugia en inversiones tradicionales no rentables.

Hay algunas razones para la desconfianza porque por ejemplo las crisis de las "punto.com" dejó grandes heridas, pero no hay otro camino. En otras revoluciones tecnológicas el capital financiero, después de algunas burbujas y crisis, financió el nacimiento del sector informático, y antes lo hizo con las industrias química, petroquímica, siderúrgica y de automoción, que entonces fueron innovadoras. Ahora, buena parte del capital financiero debería estar financiar la innovación pero esto no está sucediendo y ya no podemos esperar más.

No será fácil, primero porque hemos dado nuestros ahorros a fondos de fondos y estos no tienen geografía, ni ahora les interesa financiar cambios a medio plazo y segundo porque la nueva economía del conocimiento se basa en activos intangibles que no son del gusto del capital financiero. Es verdad que lo intangible asusta pero todos coincidimos en que son estos activos los que hacen competitivas empresas y países. Hará falta un esfuerzo para dotarse de nuevos instrumentos de medición, evaluación y de gestión, tanto a nivel público como privado. Los responsables de instituciones y empresas necesitan cambiar ellos mismos y probar nuevos instrumentos para innovar, gestionar la innovación y olvidarse de las viejas recetas de gestión basadas en la economía industrial.

La esperanza que aportan los grandes descubrimientos científicos de nuestro tiempo debe consolidarse y convertirse en acción para realizarse en valor social. Los importantes avances en salud, energía, servicios sociales,tecnologías de la información, multimedia etc. necesitan financiación para que sean las empresas las que logren riqueza: beneficios, salarios y empleo, e impuestos para las arcas públicas.