Eran los viejos tiempos; aquellos felices días en los que cada cosa estaba en su sitio. Los alcoyanos tenían sus viviendas en el casco urbano y las fábricas se arremolinaban en torno a los cauces de los ríos, para aprovechar la energía del agua. La ciudad tenía dos paisajes bien definidos y cada día, miles de trabajadores hacían un viaje de ida y vuelta hacia las riberas del Molinar o del Barxell, para adentrarse en centenarias factorías envueltas en el estruendo de los telares. Luego, llegó la modernidad y las empresas fueron abandonando estos accidentados barrancos, para instalarse en cómodos polígonos industriales. En un proceso lentísimo, que se inició en los años 60 del pasado siglo y que todavía está dando sus últimos coletazos, el río fue convirtiéndose en la zona muerta de la geografía urbana de Alcoy; en un escenario desolador, en el que los matorrales avanzan cada día entre los muros de las antiguas fábricas semiderruidas.El contraste se fue acentuando con los años. Desprovisto de su papel industrial, el río carecía de cualquier valor material y los alcoyanos decidimos darle la espalda a una parte fundamental de nuestro patrimonio paisajístico.

A trescientos metros de una casa modernista de la aristocrática calle de San Nicolás, uno todavía puede encontrarse con un almacén textil abandonado lleno de ratas y de basuras, en una señal inequívoca de que esta ciudad tiene sin aclarar un grave desequilibrio urbanístico.El primer intento serio de invertir esa situación fue el plan de encauzamiento del Barxell, impulsado por Sanus y rematado por el PP. Aquella costosísima obra nacía con un doble objetivo: prevenir riadas y recuperar el río para el uso ciudadano. Si la primera premisa se cumplió escrupulosamente, la segunda se ha saldado con un sonoro fracaso: los miles de millones de pesetas que se invirtieron haciendo sendas y jardines por el área fluvial, no han servido para nada, ya que años después de su inauguración, la zona sigue siendo un desierto por el que apenas pasa nadie. Esta misma semana ha saltado a la actualidad un nuevo capítulo de este debate urbanístico sin resolver. Los propietarios del grupo textil Monllor han puesto sobre la mesa del Ayuntamiento una petición de demolición de todas sus fábricas, en lo que es, sin ningún género de dudas, el paso previo a la recalificación y a la petición para construir viviendas.

La inexistencia de una doctrina clara en torno a estas áreas de ribera y los nefastos resultados de experiencias como la de La Estambrera, han hecho que se disparen todas las alarmas. El gobierno municipal se encuentra ante una disyuntiva difícil de resolver: los legítimos intereses de los propietarios a sacar rentabilidad, enfrentados a la presión de un sector de la opinión pública, que quiere darle un uso social a la zona. Mientras partidos como EU presentan bienintencionadas propuestas para reactivar estas áreas fluviales, como los proyectos Riquer y Tossals i Molins, crece la sensación de que la recuperación del río pasa necesariamente por un cambio general de mentalidad. La vida no volverá a estos rincones de Alcoy, hasta que los alcoyanos no dejemos de considerarlos un "niu de ronya" y entendamos que forman parte de los días más brillantes de nuestra historia y que también pueden formar parte de nuestro futuro.