Me ha gustado mucho la vuelta de Jordi Évole. Conforme Salvados estrena temporadas en La Sexta, aunque a veces encaje en el sumario mamarrachadas que pueden despistar a más de cuatro como la absurda presencia de Carlos Navarro, El Yoyas, salido de las tinieblas de Gran Hermano, se va haciendo más sombrío, incisivo, llevando a un límite de incomodidad manifiesta a sus entrevistados, y cuanto más poderosos, mejor. En su regreso oímos decir al presidente del Barcelona, Sandro Rosell, para justificar los 165 millones de euros que ofreció al Club la Qatar Foundation que allí, en Qatar, no sabe si hay o no una dictadura, pero que la gente es feliz, y cualquiera puede comprobarlo. Y El Follonero lo hizo. Y no es así. Allí hay gente que puede ganar al año 700.000 euros frente a trabajadores rasos, todos inmigrantes, que no llegan a los 150 al mes.

Subido a un taxi, Jordi Évole habla con el conductor indio, y al pasar frente al suntuoso edificio de la Fundación Qatar, cuyas letras lucen los futbolistas en sus camisetas, el taxista dice, apenado como musulmán y como persona, que en Qatar no hay derechos humanos, hay edificios. También dice que hay gente en el mundo que muere de hambre, pero en Qatar gastan el dinero en un club de fútbol en vez de ayudar a los miserables. El equipo del programa visita barrios de trabajadores, todos echando horas a destajo, mal pagados, sin derechos. Y visita la Fundación, y habla con su vicepresidente, y le aprieta tanto las clavijas que el tipo se va poniendo tan tenso y fuera de sí que la rabia parece que va a manchar su impoluto pañuelo blanco. Jordi Évole ha vuelto con brío y tocando las amígdalas. Y ha respondido al señor Rosell. No, en Qatar no todo el mundo es feliz.