El gobierno de Fabra oficializará en unos días la destitución de la directora de Ciudad de la Luz, Elsa Martínez, y dará luz verde al hombre que la sustituirá, el cineasta José Antonio Escrivá. Será la primera vez que un valenciano esté al frente de un proyecto que hasta la fecha han capitaneado dos alicantinos, la propia Martínez y su predecesor, José María Rodríguez Galant. No voy a hacer aquí un ejercicio de alicantinismo pero este cambio es una demostración más de la pérdida de peso de la sociedad alicantina en el nuevo gobierno de la Comunidad. No creo que Elsa Martínez lo haya hecho peor que Rodríguez Galant ni creo que Escrivá pueda mejorar las cuentas del complejo. La auditoría que hemos conocido esta semana no refleja peores números que las realizadas desde su inauguración hace seis años. Dice lo que ya sabemos, que el complejo es una ruina, porque el problema de Ciudad de la Luz es su inviabilidad, esté quien esté al frente. En un momento en el que las majors se las desean para no caer en los números rojos, mantener una infraestructura como la alicantina, alejada de los centros de producción, es una tarea imposible.

Hay cientos de definiciones de lo que es la política. Daré la mía: es el arte de sobrevivir en política. Me explico, el problema de Martínez es que el Consell de Francisco Camps optó por echarle un pulso a Aguamarga y mientras lo hizo la directora tuvo el respaldo del vicepresidente Gerardo Camps, pero este ya no está en el Consell. Hay nuevas caras en el cap i casal y otros amigos a los que colocar procedentes del entramado audiovisual valenciano, y el Consell, que cínicamente se lava las manos en este asunto, argumentando la independencia del consejo de administración de Ciudad de la Luz, se ha decantado por una persona que representa esos intereses. Escrivá, el director de Arroz y tartana, es parte de ese colectivo que siempre ha visto Ciudad de la Luz como una zona que le estaba vetada porque sus gestores preferían buscar grandes producciones nacionales o extranjeras a pequeñas producciones valencianas, que les venían por imperativo político. Y esa es la novedad, que dirigirá el complejo un profesional del sector, en cuyo curriculum está el haber dimitido de la Mostra de Cine de Valencia por haber contratado a su propia empresa. Es como poner al zorro a cuidar de las gallinas. Se sustituye un modelo en el que políticos ajenos a la industria dirigían el complejo por otro de profesionales con intereses en ese mismo sector. Por fín ha caído la ahnelada pieza, así que no tardaremos en ver el desembarco del arroz bomba.