El nuevo Ayuntamiento está a punto de lograr que el Consell le ceda el uso de la emblemática Torre de la Calahorra. No hay nada como la sintonía política para lograr objetivos. Si las negociaciones, que por lo visto están bastante maduras, llegan a buen término se habrá conseguido por un lado que el simbólico recinto pueda ser visitado tanto por los ilicitanos como por los turistas y, por otro, que sus desconocidas instalaciones acojan una vasta programación. Lo acaba de revelar el concejal de Cultura, Pablo Ruz, quien ayer "estrenaba" el recinto con una rueda de prensa que celebrará en la Sala del Oratorio de la citada torre. Ruz no sólo habla de incluir actuaciones, conferencias o exposiciones en el histórico edificio; sino que, además, apuesta por integrarlo en lo que sería un conjunto cultural de gran impacto. Estamos hablando de un circuito turístico en el que se enmarca el antiguo convento de las Clarisas, que precisa de una urgente restauración y de su apertura total; los Baños Árabes, el Palacio de Altamira con su patio de armas y la basílica de Santa María. Si tenemos en cuenta que ese recorrido monumental se enclava a dos pasos del singular Parque Municipal y está pegado al Museo de La Festa, al de la Mare de Déu y al MAHE, estamos ante un cogollo patrimonial-paisajístico-cultural de gran altura. Y hablando de altura, desde alguno de esos elevados y singulares edificios, como es el caso de la torre de la basílica o desde las almenas del Palau, se divisa una espectacular panorámica del milenario palmeral, declarado Patrimonio de la Humanidad. Un gancho turístico, sin duda, para el visitante que busca monumentos, paisaje, historia, curiosidades y rincones que llevarse para el recuerdo. Cuentan las crónicas que una de las cosas que más impresionó al rey Amadeo de Saboya en su visita a estas tierras en el año 1871, fue la impactante vista desde el campanario. Pues eso.