Durante mis recientes vacaciones de verano -que este año han sido brevísimas, de solo semana y media- he procurado reflexionar sobre los argumentos que, desde el Partido Popular, presentaremos a los españoles para solicitarles su confianza en las elecciones generales del próximo otoño. Y la verdad es que me ha resultado muy sencillo encontrarlos. ¿Qué es lo más importante para que un país progrese y para el bienestar de los ciudadanos? Que todos puedan encontrar un puesto de trabajo. ¿Cuál es el balance del PP en creación de empleo? Cinco millones de puestos de trabajo nuevos entre 1996 y 2004. ¿Cuál es el balance del PSOE? Tres millones de puestos de trabajo destruidos en los últimos tres años.

Pienso que esas tres respuestas son suficientes para justificar la necesidad de que el Partido Popular gane las elecciones generales del 20 de noviembre y nos legitiman para solicitar su confianza también a los españoles que no comparten nuestras posiciones ideológicas. Porque esta vez no se trata simplemente de cambiar a un Gobierno por otro: lo que se ventila en las elecciones del 20 de noviembre es la oportunidad de poner fin al desastre sin paliativos en que ha consistido la gestión de Rodríguez Zapatero, de la que el ahora candidato Rubalcaba ha sido, no lo olvidemos -a pesar de los esfuerzos que ahora hace por diferenciarse-, un protagonista de primera línea.

Desastre, sí: no exagero un ápice. Si en 2004 liderábamos la creación de empleo en Europa, y la mitad de todos los puestos de trabajo de la UE se generaban en España, ahora lideramos el desempleo y destruimos la mitad de todos los puestos de trabajo que se pierden en Europa. Si en 2004 teníamos una posición de liderazgo en Europa, hoy tenemos un país intervenido, en el que las principales decisiones nos vienen impuestas desde fuera. Y eso por no hablar de que la aplicación de la Ley no es igual para todos, de los intentos de manipulación política del Ministerio Fiscal y del Poder Judicial o del afán del Gobierno socialista por prohibir y por reglamentar todo. Por ello, yo me atrevería decir que la previsible derrota de Rubalcaba en las próximas elecciones es positiva, incluso para el propio Partido Socialista. Yo estoy convencido de que España necesita un partido de izquierdas sólido, serio y riguroso, preparado para ser una alternativa de Gobierno. Pero pienso que también para eso es bueno que el Partido Socialista pase ahora unos años en la oposición. Que se olvide la desastrosa gestión de sus actuales líderes y que sea capaz de renovarse y de encontrar el rumbo que hoy ha perdido. Esa es probablemente la razón por la que incluso históricos dirigentes socialistas como Chaves, Bono o Guerra han decidido abandonar el barco.

En Elche el Partido Socialista también necesita una renovación tranquila. El hasta ahora líder socialista, Alejandro Soler, ha demostrado su total ausencia de compromiso por Elche con su completa desaparición de la escena pública desde el pasado 22 de mayo. No se le ha visto ni en un momento tan propicio para la convivencia con los ciudadanos como las fiestas de agosto. Y cuando, después de dos meses y medio de desaparición, se ha hecho presente fugazmente en los últimos días, ha utilizado esa oportunidad únicamente para insultar, sin formular ninguna propuesta en bien de la ciudad. Es el estilo de hacer política que le ha caracterizado, y del que son fieles discípulos suyos los ahora portavoces socialistas: Alejandro Pérez y Antonio Rodes.

Y es que, como la de Zapatero, su gestión al frente de la ciudad también ha sido un desastre. Ni nosotros mismos nos imaginábamos la magnitud de lo que hemos encontrado al asumir las responsabilidades de Gobierno. Sólo como botón de muestra: inversiones del plan E perdidas por negligencia, las arcas municipales vacías, despilfarros por todas partes (también en gastos de viajes y hoteles de lujo), una impresionante lentitud en cualquier tramitación administrativa... Confiemos, pues, en que el Partido Socialista tenga también en Elche la oportunidad de renovarse y de buscar un liderazgo más sólido y con mayor proyección de futuro. Mientras tanto, al actual equipo de gobierno nos tocará, a lo largo del próximo otoño, continuar demostrando lo que los ciudadanos ya vienen percibiendo desde el pasado 11 de junio: que es posible otra forma de gobernar, más cercana, más ágil, más eficaz, y con mayor ilusión y ambición para nuestra ciudad.