En la portada de la revista Academia del número de septiembre se puede ver, poderosa, a la armada del cine español que está a punto de desembarcar en San Sebastián. Lo que quería mostrar quien la diseñó era algo así como la fuerza de "la Roja" del cine que se va a catapultar en Donostia: las películas de Fresnadillo, Vigalondo, Zambrano, Chapero-Jackson, David Trueba y Enrique Urbizu. A esta última quería referirme un instante. El día 14 de septiembre se harán públicos los títulos de las películas preseleccionadas para concurrir a los Oscar. Y tengo el presentimiento de que No habrá paz para los malvados será una de las elegidas. Se da la circunstancia de que la película de Urbizu entró en el paquete de las producciones impulsadas desde Ciudad de la Luz. Como el pasado año Balada triste de trompeta, uno de los títulos punteros de la temporada. Lo que quiero decir con esto es que no debiéramos ser tan derrotistas con lo nuestro, porque a veces las cosas no se hacen tan mal como muchos pueden pensar. Desde el 1 de enero hasta La piel que habito (otra que estará el 14 de septiembre aspirando al Oscar) he visto 42 largometrajes españoles. Y qué casualidad, dos de los mejores, Un cuento chino y Sin retorno, también tienen el sello de Ciudad de la Luz. En el espléndido documental de Diego Galán, Una Historia de Zinemaldia, estamos viendo la trastienda de la madre de todos los festivales. Y sus goteras. En 1968, que se celebraba a primeros de julio, sólo se proyectaba una película al día, para que los invitados fuesen a la playa, a los Sanfermines y a practicar tiro a pichón. El evento no sería lo que hoy es si la gente de allí no lo hubiese apoyado.