Suelo leer con atención lo que dice Alarte, tanto porque le profeso una cierta simpatía personal, como por respeto a lo que representa, sin que me preocupe que ese respeto no sea compartido por muchos de sus compañeros. Así que me encuentro con que hace unos días manifestó que los debates sobre aspectos constitucionales y políticos de la reforma constitucional están siendo "facilones", singular preocupación en el dirigente de un partido al que el último debate que se le conoce fue sobre la corbata del Ministro de Industria. Pese a todo me siento interesado y hasta modestamente aludido, ya que la semana pasada, en estas páginas, opiné sobre la cuestión. Así que me puse a pensarlo y debo darle la razón. Pues, ¿cómo no va a tener un déficit de calidad si en ese debate no comparece quien defiende la reforma? Él mismo pudo haber esgrimido algún argumento de enjundia, pero, desde luego, es más fácil despreciar a quienes muestran sus razones.

El gran debate que no ha existido es el que debió darse en el PSOE. Una medida de esta trascendencia, que afecta tanto a la definición de futuro de la socialdemocracia como al del consenso constitucional, nunca se discutió en los órganos internos del partido ni en los grupos parlamentarios ni en el Gobierno. A cualquier persona con conciencia democrática debe escandalizar este hecho que pone en entredicho el mandato constitucional sobre las funciones de los partidos. No es extraño que hubiera una oleada de voces que mostraron su sorpresa, inquietud o rechazo más o menos matizado. Entre ellas la de Rubalcaba. Pero dejando aparte el noble y notable aldabonazo de Antonio Gutiérrez, parece que ahora la unanimidad más exultante se ha alcanzado. Las heridas sangrarán en cuanto pierdan las Elecciones pero, en este momento, ¿qué les quedaba por hacer a los dirigentes socialistas? No caeré en el cinismo de atribuir el sometimiento al hecho de que haya que hacer listas electorales. Básteme con indicar que unos por hábito de no pensar ante las decisiones de las alturas, otros por lealtad al partido y, algunos, por prudencia instintiva, han sabido que votar esto era el mal menor: adoptada la medida, una imagen de desbandaba es lo que faltaba. La imagen del Grupo Socialista se parece mucho a la de los procuradores de las Cortes franquistas votando la ley de la reforma política, suicidándose con bastante disciplina. Ya sé que a algunos les parecerá grosera la comparación, pero es que me parece cierta. Y, además, no deben enfadarse: aquel acto tan curioso trajo la Constitución y, si como ahora pregonan los socialistas, la reforma es la maravilla de las maravillas, su sacrificio será glorioso al completar el hasta ahora, ay, tan imperfecto texto constitucional. Eso sí: aquella ley fue sometida a referéndum. Qué antiguos.

Porque la cuestión de fondo para que exista un debate real es: si esto era tan justo y necesario ¿por qué al PSOE no se le ocurrió antes?, ¿por qué rechazo la propuesta del PP?, ¿existe alguna reflexión sobre la necesidad de reforma en un solo texto del PSOE, en un sólo discurso de un dirigente, en un solo documento de una de sus Fundaciones de ideas? Si me contestan positivamente, con pruebas, tendré que envainarme lo dicho. Pero que no se nos siga martirizando con la ceremonia de la confusión que trata de justificar la reforma con el argumento de que el déficit y la deuda son negativos. Nadie discute que endeudarse sea malo en determinadas -en muchas- circunstancias; lo que se discute es que eso deba estar en la Constitución, y entrar aceleradamente, sin consenso y sin referéndum. Y que tampoco se nos diga más que "endeudarse no es de izquierdas" y que ser de izquierdas es definido por la aplicación del gasto. ¡Anda qué listos!... pero si no hay ingresos: ¿cómo se repartirán de una manera progresista?, ¿y ello no puede conducir, a veces, a la necesidad de endeudamiento? Lo que es de izquierdas, de todas maneras, no es aplicar más gasto a los servicios sociales, sino desarrollar políticas integrales -incluidas las fiscales- para la igualdad progresiva de oportunidades y de rentas. Y, en fin: ¿es de izquierdas negar la voz al pueblo en tema tan importante?, ¿no se le llenó a Zapatero la boca de democracia cuando promovió un referéndum -que no era obligatorio- para el Tratado que trató de instaurar una Constitución en la UE, mucho más complejo, por cierto, que la actual reforma?

Sabemos que lo de la reforma es un valium para tranquilizar a los mercados -pero sigue sin respondérsenos qué pasará si ahora tampoco se tranquilizan: ¿lobotomía constitucional o electrochoque ciudadano?-. Pero, a la vez, se intenta negar que hubiera "presiones". Por supuesto que no sonó el teléfono de La Moncloa y escuchó Zapatero: "Hola, José Luis, que soy los mercados y quiero que modifiques esa Constitución tuya, tan tontita". Las cosas son más sutiles, tanto que no tienen ni pies ni cabezas. Pero lo cierto es que tampoco hemos visto contribuciones del Gobierno de España al debate europeo que mostraran firmeza e imaginación: ir a rastras de Merkel y Sarkozy es algo bastante distinto de fomentar un acuerdo entre iguales en los órganos políticos europeos. En fin, lo que hemos aprendido es que en España la Consti no se cambia para cosas importantes en las que hay consenso -al menos sobre la necesidad de la reforma- como el Senado, la coordinación autonómica o la sucesión en la Corona, sino sólo sobre las cosas urgentes. Tremenda lección para demagogos.

No sé si a Alarte, como enseñanza de todo ello, sacará en claro que en la CV hay que tomar medidas. Quizá promueva -si es coherente- una reforma del Estatut. Fabra se lo agradecería y todos tan amigos. Enfrascada la militancia en unos debates sutiles sobre cómo parecer de izquierdas sin hablar de economía y sin subir los impuestos, Alarte podría hacer política de manera más suelta. Después de todo, la única propuesta ideológica que se le conoce es aquella del "giro al centro"; y como un partido de izquierdas, para ir al centro, debe ir a la derecha, el PSPV debe estar a punto de ganar las próximas Elecciones autonómicas. Por 3/5 y sin necesidad de que vote el pueblo. Así de fácil. Y lo demás son excusas de mal pagador.