Dedicado al humor, el Festival de Vitoria es estos días un ir y venir de graciosos, de cuenta chistes, de nuevos talentos con eso del monólogo, vamos, un club de la comedia en toda regla. Vas del hotel al teatro en un taxi con Diego Arjona -El club del chiste, Antena 3-, te cuenta una ocurrencia, y te ríes. Compartes mesa con Javivi Gil -el marqués impostor de Plaza de España-, y se pasa el tiempo volando. Te sientas al lado de Ernesto Sevilla -Muchada nui, Museo Coconut, El club de la comedia- y si te descuidas te crees que de un momento a otro se va a calar la boina de paleto y va a gritar eso de "¡Mar-ciaal Ruiz Escribano, pa serviros!". Te sales a la calle y te fumas un cigarro con Marta Belaustegui -La república, La 1-, compartes ideas, y barruntas en La que se avecina. El festival de televisión de Vitoria está dedicado a la comedia, pero cuando el personaje deja de serlo para ser un ciudadano, la inquietud es casi carnal.

Veamos. Plaza de España es una serie hecha con tres euros que se desarrolla en un país en guerra, con aceptables índices de audiencia, con un humor que entronca con lo mejor de los grandes guionistas de este país, con el sentido urticante y surrealista de Rafael Azcona, y con resultados más que dignos. Se acaba. No sigue.

La República es una serie de factura impecable, una historia de amores bien hilados cuyo fondo histórico y social también coincide con esa etapa. Es una serie de calidad y con excelentes cifras de audiencia, y con actores que provocan el delirio en las calles de la ciudad alavesa. Cerrojazo. Muerte. Nadie se atreve a prorrogarla otra temporada. Los nuevos tiempos que se barruntan en TVE con el posible cambio político son más drama que comedia.