La Casa de Alba ha respondido con contundencia a un artículo precedente de este autor, en el que se solicitaba la expulsión de esta familia del orbe informativo por falta de interés. En una prueba de combatividad, la Duquesa plantea una nueva boda, que será posiblemente la última. Un matrimonio siempre debería considerarse un escándalo, pero el acento se pone en esta ocasión en el cuarto de siglo que separa a los contrayentes. Cayetana -no es familiaridad sino reconocimiento de alcurnia, como cuando decimos Madonna- cuenta 85 años, por 61 de su rival. La sociedad hipócrita sigue sin aceptar que la mujer aventaje en edad al varón. De hecho, nadie se escandalizaría si la Duquesa se casara con un hombre 25 años mayor que ella, como ocurre con frecuencia en el mundo de las celebridades.

Casarse es la forma más estruendosa de acabar con una historia de amor, delante de numerosos testigos que además han convertido el fasto en un rentable negocio. El efecto de disolución inmediata de los sentimientos supone su existencia previa, pero la prensa carroñera niega al novio ducal la condición de enamorado. Curioso, porque si Vanity Fair -versión americana, desconfíe de imitaciones- acaba de proclamar a Cayetana como una de las mujeres más elegantes del mundo, nadie debe extrañarse de que esa preeminencia estética arrastre a un enjambre de pretendientes, como les ocurre sin duda a las restantes integrantes del olimpo fashion.

Dado que la Duquesa puede elegir contrayente, tenemos derecho a sorprendernos de su designación conyugal. Tras casarse la penúltima vez con un sacerdote -o con dos, si contamos al concelebrante-, un torero sería más apropiado que un sucedáneo castizo de Philippe Junot. La ceremonia será abreviada, porque el oficiante se saltará algunos párrafos bíblicos relativos a la descendencia y su papel fundamental en el enlace. Lo cual nos lleva al descontento filial exteriorizado por los Alba junior. Tampoco nos desencuaderna, porque los hijos suelen ser más vigilantes de la calidad de los novios de sus padres que de los propios.

La Casa de Alba es la versión aristocrática de los Simpson, una idea que cedemos gratuitamente a creadores de teleseries. El matrimonio es un contrato de esclavitud en el que los papeles de amo y esclavo se reparten con posterioridad a la firma. Conforme a su rango, Cayetana ha transformado esa servidumbre en una liberación. Suele ayudar que no tengas hipotecas por pagar.