No se dejen engañar por el florido verbo de los políticos. Cuando esta gente habla de cargos de confianza, suele defender este tipo de nombramientos con un encaje de bolillos dialéctico, en el que señalan que la gestión pública mejora en coordinación y efectividad si un gobernante dispone de personas cercanas en los puestos clave de su organigrama. Olvídense de este eufemismo, las cosas son mucho más simples: un cargo de confianza es un señor que cobra a final de mes por defender los intereses de su partido desde un determinado departamento de la administración pública, aunque para ello tenga que pasar por encima del bienestar general de la ciudadanía. Cuando incumple este sagrado precepto, el cargo de confianza deja de ser cargo de confianza y se convierte automáticamente en un tipo que hace cola ante una oficina del INEM.

Desde su creación, todos los parques naturales de la Comunidad Valenciana han estado en manos de cargos políticos. La posibilidad de situar a técnicos independientes en la dirección de los espacios protegidos ha sido sistemáticamente descartada por los socialistas y el PP, coincidiendo ambos partidos en tratar nuestras mejores sierras como tierra conquistada.

En el caso concreto de la Font Roja, la aplicación de esta doctrina ha dado lugar a una nómina de directores-conservadores estrechamente ligados al poder: desde la recolocación de edil socialista Enric Gisbert, a la llegada de un hombre de absoluta confianza de Peralta como Juan Luis Albors, pasando por el saqueo de la época de Unión Valenciana, la cúpula del Carrascal ha estado siempre ocupada por personas teledirigidas desde los despachos políticos. De Mariola, mejor no hablar, ya que desde el mismo momento de su declaración como parque, fue tomada por el ripollismo.

En este escenario, el nombramiento del exconcejal Nacho Palmer como director de la Font Roja y de Mariola representa una vuelta de tuerca más en una política que la Generalitat viene aplicando desde el principio de los tiempos. Estas dos emblemáticas reservas de bosque mediterráneo se han convertido en un mero instrumento para pagarle los servicios prestados a un campista, que fue laminado por la dirección local del PP. Esto es política pura y aquí, no tienen nada que ver la ecología y el medio ambiente.

A diferencia de otras ocasiones, la designación de Palmer ha generado un cierto movimiento crítico, al que se han sumado el gobierno municipal de Alcoy y su predecesor en el cargo. Sorprenden especialmente las declaraciones de Juan Luis Albors, un hombre que inicialmente cumplía todos los requisitos para ser un excelente director de la Font Roja, al ser biólogo y un gran conocedor del paraje. Sin embargo, su tristísimo papelón en el conflicto del hotel (en posición de saludo obediente ante el delirio del PP), invalida totalmente sus tardías lamentaciones en torno a su presunta independencia. Cuando tuvo la oportunidad de comportarse como un defensor del medio ambiente, Albors se comportó como un político; es decir como sus antecesores y como los que vendrán detrás de él.