¿En qué momento se había jodido el Perú?, se preguntaba Zavalita, personaje principal de la novela del premio Nobel Mario Vargas Llosa "Conversación en la Catedral", cuando cabizbajo y pensativo merodeaba por las calles de Lima. ¿En qué momento se había jodido la CAM?, por qué, por quiénes, nos preguntamos empleados, impositores y sociedad. En qué instante empezaron a resquebrajarse los centenarios muros de una entidad acostumbrada a renovarse mediante múltiples fusiones a lo largo de su dilatada existencia, cuya argamasa parecía superar coyunturas financieras de todo tipo. Seguramente habrán sido una sucesión de acontecimientos los que le habrán llevado al óbito final.

Quizás, Zavalita, el punto de inflexión tuvo lugar cuando la LORCA permitió la entrada de la clase política en los consejos de administración. Quizás las sucesivas leyes de cajas en la Comunidad, junto a sus reglamentos y estatutos, contribuyeron al deterioro de los parámetros económicos que debieran primar en cualquier entidad financiera. Quizás en la CAM todo empezara cuando en la guerra abierta entre Gisbert y Zaplana, este último doblegó al Director General y pasó a controlar la entidad casi a su antojo. Puede que tras esa batalla en la que todos dejaron pelos en la gatera, el sucesor y su comité de dirección no supieran ni quisieran poner obstáculos a las desmedidas pretensiones de los consejeros afines al poder omnímodo que los populares han venido detentando en nuestra Comunidad. Primero Zaplana y posteriormente Camps utilizaron con total arbitrariedad los fondos de la caja alicantina para mayor gloria de su gestión política y sus proyectos faraónicos.

Es posible, Zavalita, que la profusión de intrigas entre el Consejo (políticos) y el Comité (profesionales) hayan contribuido notablemente al quebranto de la imagen pública de la CAM, refriegas internas en busca de canonjías. Tendrían mucho que decir al respecto los responsables de la maquiavélica "rebelión de los zaplanistas" comandados por Armando Sala en sociedad con la exigua representación socialista, poniendo en un brete a los campistas y a la dirección general, en un pulso premonitorio del futuro de la entidad, con la inestimable colaboración de un alto directivo al que pretendían ungir como recambio de Roberto López.

Que no decir Zavalita de las constantes inyecciones de capital a fondo perdido al gran proyecto popular que es Terra Mítica, de la financiación un tanto irregular de sociedades como Tabarka, por no hablar de las inversiones en Seseña de la mano de un "Pocero" hoy desaparecido en las cloacas del sector inmobiliario, por no contar la aventura mejicana invirtiendo millones de quimérica recuperación, o de la apuesta por proyectos en la región murciana de los que la propia Cajamurcia no quiso saber nada, o que pensar de esa ingente cantidad de créditos concedidos a promociones por importe del valor edificable sobre suelo rústico con la promesa de recalificaciones futuras. Que no cavilar, Zavalita, cuando el directivo que manejaba los hilos de las inversiones en el sector inmobiliario se encuentra bajo la sospecha de corrupción al estar imputado en el caso del PGOU.

Si a todo añadimos, Zavalita, los estrepitosos fracasos en los intentos de compra del Urquijo o Atlántico, la creación de la fútil corporación financiera con Bancaja, la partidista utilización de la OBS, los numerosos bloqueos institucionales, los macro organigramas para dar cabida a pesebres de diferentes cuadras, la alienante expansión, el abandono sistemático del segmento de negocio tradicional de las cajas, los suntuosos viajes de placer, las visas a destajo, los barcos reales, la sistemática y millonaria contratación de consultoras para ninguneo de la propia plantilla, la prepotencia en la negociación con los foráneos en torno a los distintos intentos de fusiones y la terca obsesión por un liderazgo sin base alguna, podremos vislumbrar como se han terminado por debilitar las estructuras de la CAM de tal forma, que la autoridad monetaria ha decidido intervenir ante el evidente desastre como algunos veníamos anunciando meses atrás. La pena, Zavalita, es que nunca sabremos en qué momento se jodió la CAM, ni los responsables responderán ante quien corresponda.