Los test de estrés aplicados a la banca, de los que tanto se habla estos días, parecen un juego de niños. De entrada, cada país presenta los bancos que quiere. Alemania, por ejemplo, ha dejado fuera casi al 40% de los suyos, mientras que España ha presentado el 95%, quizá el 100%, ahora no caigo. Aun así tiene más credibilidad Alemania que España, de otro modo no se entiende que su economía constituya el parámetro fijo desde el que se juzga el resto de las economías europeas. ¿Qué credibilidad tienen entonces estas pruebas? Pues la misma que la que poseen las famosas agencias de calificación. Ninguna. Pese a ello, el mundo marcha o desmarcha (con perdón por el verbo desmarchar, que se me acaba de ocurrir) a impulsos de estos juegos.

-¿Vale que yo era médico y que tú tenías tosferina?

-Vale.

-Pues empieza a toser.

La niña empieza a toser, para que el médico la ausculte y como una cosa lleva a otra, la niña acaba tosiendo de verdad.

Esto es lo que nos ocurre a nosotros.

-¿Vale que yo era una agencia de calificación y que tú tenías una deuda?

-Vale.

-¿Vale que yo certificaba que esa deuda era impagable y que te tenías que ir a la ruina?

-Vale, pero luego jugamos a que tú eras un banco y yo un experto en test de estrés.

Como es sabido, en los juegos infantiles manda el que manda, por eso siempre les toca a los mismos hacer de indios. Yo tenía de pequeño un amigo que si no era americano no jugaba. Y había que tragar porque era el dueño del fuerte y de los muñecos. A veces no es preciso ni ser el dueño de fuerte, basta con tener más carácter. Yo, como tengo poco carácter, me pasé la infancia (y quizá la vida) haciendo el indio.

Cabe preguntarse si presentar a los test de estrés el 100% de tus instituciones bancarias, cuando Alemania presenta las que les da la gana, no es hacer un poco el indio. Lo malo va a ser el día en que la señora Merkel quiera jugar a los médicos. Ya sabemos a quién le va a tocar ser el enfermo.