Un informe de Bruselas excluye a Alicante del Corredor del Mediterráneo. Desde luego, no es una buena noticia tras la que nos está cayendo encima en los últimos tiempos. Sin duda, haremos bien en presionar desde todos los ámbitos para que nos incluyan. Pero también deberíamos tomar nota sobre las razones que quizás hay detrás de esta exclusión. De poco serviría que desde la burocracia o tecnocracia de Bruselas se nos admita finalmente por mor de la presión política, y sigamos "invisibles" para la inversión extranjera o los agentes económicos internacionales en general. Sería interesante que un tema de tanta trascendencia nos sirviera para hacer un poco de reflexión, o mejor todavía, de autocrítica.

1. Los políticos alicantinos han fallado durante más de 30 años a la hora de convencer al "establishment" valenciano de que la estructura territorial óptima para la Comunidad Valenciana consistía en impulsar estratégicamente nuestro propio corredor mediterráneo regional. Todavía hoy desde Valencia, se sigue en el error de no concebir las "comarcas del sur" como lo que somos: la cuarta provincia española en PIB y en población. Y el coste es que no disponemos de infraestructuras a escala y un centro de servicios especializados en consonancia. Desde el poder valenciano se ha impulsado la macrocefalia de Valencia y se ha "coqueteado" con nuestros "reinos de taifas" (Alcoi, el Vinalopó, Orihuela, Benidorm, Torrevieja...) en detrimento de Alicante y Elche, los dos bastiones urbanos que hubieran permitido alcanzar un centro de referencia europeo, además de Valencia capital. Ahora pagamos la factura. Bruselas ve a Valencia, pero no alcanza a ver nada más que pequeños reinos de taifas tras sobrepasar L´Horta.

2. El frustrado proyecto Elche-Alicante -en sus diferentes versiones- es significativo en sí mismo. Mientras que el mercado proyectaba evidencias como el Parque Industrial del Mediterráneo, los servicios públicos y privados de ambas ciudades se concebían acordes para un rango urbano de ciudades pequeñas (Alicante y Elche por separado), alejados de la visibilidad que impone la escala europea. Sin forzar nada, por supuesto respetando autonomías, algún día la inteligencia política o la cordura social, tendría que imponerse al fanatismo o al espíritu futbolero. Es increíble que no haya habido espacio para hacer cosas conjuntamente. Ambas ciudades deberían haberse dado la mano en muchos temas durante estos últimos 30 años para decirle a Europa ¡eh estamos aquí! Conocemos empresarios y profesionales de Elche que serían un lujo para el conjunto de la provincia de Alicante.

3. La dispersión de esfuerzos de las diferentes Administraciones también es un tema para reflexionar. Desde el Gobierno central tampoco se comprende a la cuarta provincia en población y PIB de España. Una infraestructura como el AVE llega algo tarde en términos comparativos. De la Casa del Mediterráneo, el proyecto emblemático de los últimos tiempos, mejor callar. La OAMI, una pena que no hayamos sabido explotarla mucho más. En el aeropuerto hemos hecho una inversión infraestructural e infrautilizada descomunal, sin embargo estamos lejos de consolidar lo más interesante: un "hub" de vuelos económicos, distribuidor del sur de Europa, que beneficie no sólo a Alicante sino también a Valencia, Murcia, Almería, Albacete, etc. (algo que sí va a conseguir Málaga) y que sería fundamental para el propio Corredor Mediterráneo.

4. Tampoco se ha hecho nada por preservar un centro financiero de entidad en el sureste, uniendo a las cajas que se tenían que haber juntado antes de llegar a la situación actual. Fue un tema que se recogió en el Plan estratégico de la Cámara mucho antes de que el lobo enseñara las orejas... La improvisación y la pasividad fue la respuesta política, paradójicamente en unas entidades financieras gobernadas políticamente.

5. La dispersión de algunas inversiones públicas en turismo, servicios, infraestructuras, etc. viene a poner colofón al tema. No hemos escuchado suficientemente a las fuerzas del mercado. El mercado no siempre acierta, así es. Pero fuera del mercado hay muchísimas probabilidades de equivocarnos. Algunas de las inversiones llevadas a cabo en los últimos años deberían haberse focalizado en apoyar cosas como el cluster de la salud, fomentado una oferta inmobiliaria diferenciada, trabajando un turismo de futuro, entendiendo lo que es un espacio de las nuevas tecnologías para superar la mera alfabetización ciudadana y empresarial o para ser referencia en sectores de futuro. Poco de esto hemos visto.

No hay que ponérselo tan fácil a los funcionarios de Bruselas. En el marco de la globalización el "to be or no to be" requiere actuar con políticas de una determinada dimensión. Si no se alcanza esa dimensión, sencillamente seremos "entrañables" para venir a veranear pero, lamentablemente, invisibles para todo lo demás.